viernes, julio 26, 2024
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Mujeres que fabrican vinos frutales en Hato Mayor se quejan por falta de apoyo

HATO MAYOR. Desde siempre las mujeres se han abierto paso emprendiendo y tomando el toro por los cuernos, unidas para sacar sus familias hacia adelante, haciendo magia con sus manos, dejando en alto su generación y motivando a las venideras. Así se formó la Asociación de Mujeres San Antonio de Padua, integrada por un grupo de 63 miembros y 10 activas, de todas las edades.

La historia comenzó hace más de 40 años en Guayabo Dulce de Hato Mayor. A unos cuantos kilómetros del centro se encuentra la fábrica, que actualmente permanece cerrada. “Empezamos como 18 socias. Teníamos un proyecto de gallinas ponedoras, hacíamos dulces e íbamos de pueblo en pueblo a vender, hasta Santiago llegamos”, cuenta Basilia Ramos, con 89 años y es la única socia fundadora que sobrevive.

Refugiada en sus recuerdos para narrar la historia Ramos, con los ojos llenos de emoción, relata aquellos años en lo que recorrían el país para vender los exquisitos dulces que producían de distintos frutos como guayaba, cajuil y cereza. Orgullosa de sus nietas Loliver y Bianca, a quienes les heredó su pasión por la vinicultura y los dulces.

Pese a que muchas asociaciones iniciaron en la misma época, desaparecieron con el paso del tiempo, sin embargo a contra corriente y frente a las dificultades de la pandemia aquí se sigue produciendo vino. Este es uno de los productos más solicitados por los clientes y transeúntes que hacen una parada obligada en el lugar.

Vinos de diferentes sabores.

Doña Basilia cuenta que los vinos, creados con una fórmula secreta, se hacen de maíz, arroz, batata, cereza, caña y maguey, siendo este último el más solicitado por aquellos curiosos que les resulta exótico probar el maguey en estado líquido y embotellado. La asociación cuenta actualmente con pocas mujeres y pasó por una remodelación en 2013.

Esta propuesta que se aloja a la orilla de la carretera Hato Mayor-San Pedro de Macorís, se hizo posible mediante la donación del terreno, y la iniciativa de campesinas que no se resignaron a su labor doméstica. Doña Basilia junto a otras, idealizaron los ingredientes secretos de los vinos.

Actualmente, la fábrica está parada por remodelación, por lo que contaron que con la organización de Octavia Morillo de Amparo, conocida por todos como doña Dulce, experta en vinos caseros, dulces, bizcochos, tarros y diversos envases que se comercializan dentro y fuera de la provincia, la región y el país, es que se mantienen muchas de las familias del lugar.

UNA PRODUCCIÓN GENERACIONAL

Bianca Cuevas, de 36 años, se inició en la asociación desde los 11 años. Aprendió de su abuela y desde entonces, maneja sus tiempos entre la producción de vinos y su trabajo en una banca. Destaca que el trabajo en conjunto y el esfuerzo depositado en cada elaboración, han dado lugar a que esta asociación se mantenga en el tiempo.

Loliver Cuevas.

Además, expresa que gracias a lo antes expuesto, este lugar continúa siendo un ente de desarrollo para la comunidad, y que en la familia hay otros miembros que participan de forma indirecta. “Todas somos mujeres de escasos recursos, muchos casos han sido generacionales, han ido entrando hijas y nietas de las que iniciaron. Ninguna depende de esto, porque no es rentable ahora”, afirma Cuevas.

Cuenta, tímidamente, que el proceso de realización en este momento es más cómodo, porque antes hacían todo de manera artesanal, hasta que recibieron las maquinarias como una donación del Gobierno, mejorando la calidad del vino. Ahora la distribución es local y para adquirirlos se debe ir personalmente a la zona.

Cuevas señala que empezó a profesionalizarse en la preparación del vino, y que en el caso del maguey, retraídamente, relata con pistas breves que se lleva ocho pencas de en una barrica, durante un tiempo determinado para fermentarse, y de ahí entonces, aguarda un tiempo para estar listo y servible frente a cualquier paladar en una botella de 700 mililitros a unos 200 pesos.

Cabe destacar que no se dividen las actividades u obligaciones, sino que todas las integrantes se involucran en la faena para sacar una bebida exclusiva al cliente. “Nos fueron enseñando a las hijas y nietas porque ya la mayoría no están. Cosechamos nosotras mismas los frutos que usamos, aunque algunos se escasean”, indica.

Dispuestas a enseñar a más mujeres que se acerquen a la asociación, a pesar de todas las carencias que tienen, apoyan a niñas interesadas en aprender a hacer las bebidas como forma de mantener un legado comunitario. Se les da la oportunidad a las mujeres hatomayorenses de aprender el oficio, desarrollarse y sumergirse en la exquisitez, textura, sabor y aroma de los vinos del local de mujeres de San Antonio de Padua.

NECESIDADES

A medida que pasó el tiempo y entró la pandemia, las cosas se complicaron. Como si fuera poco, tuvieron que cerrar. Loliver Cuevas manifiesta que al recibir donaciones del Fondo Patrimonial de las Empresas Reformadas (Fonper), y ser ellos los responsables de la construcción, les cerraron el local. Ante esto, insisten en que esta propiedad no es del Gobierno.

Se recuerda que el Fonper está siendo objeto de investigaciones y que actualmente fueron sometidos a la acción de la justicia Fernando Rosa, ex director del Fonper, y Carmen Magalys Medina Sánchez, ex vicepresidenta administrativa del Fonper, por supuestos actos de corrupción.

Cuevas de 28 años, también comenzó a trabajar aquí desde muy niña y aprendió a preparar los vinos, dándole continuidad a lo que su abuela inició. Señala que luego de la visita sorpresa del expresidente Danilo Medina, en su primer periodo de gobierno, recibieron ayuda, no obstante, en el segundo las cosas no siguieron fluyendo y “les dieron la espalda”.

Aunque la producción recorría muchos lugares del país, ferias, puestos y estanterías de supermercados, esto ya no es posible. La joven exterioriza que luego de la remodelación, entraron en proceso de cooperativa, y como no tienen registro, se les hace imposible exportar y vender, limitándose a paradas esporádicas de forasteros y lugareños.

“Todavía en este tiempo, nadie se ha interesado. Lo que queremos es que el presidente, a través de cualquier institución competente nos ayude, y venga a aquí y vea que esto es una fuente de empleo para la comunidad, y un recurso turístico valioso en la provincia, porque esto viene de muchas décadas”, dice Cuevas.

En este sentido, expone que “queremos logística, materia prima, asesoramiento y el registro. No queremos que las mujeres se desencanten y se vayan por buscar otro empleo”. Narraron que urge orientación de las autoridades para echar a andar el negocio nuevamente, ya que, en la actualidad, solo genera recursos para producir y no “dejar caer” la fábrica, mientras se sostienen de otros empleos para sustentar a los hijos que tienen.

Local donde actualmente funciona la fábrica de los vinos
Jeni Polanco
Jeni Polanco
Periodista egresada de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), con Diplomado en Periodismo de Investigación. Locutora y conductora de TV.