viernes, julio 26, 2024
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Los dueños de pequeños negocios en El Seibo entre los estragos causados por la COVID-19

El Seibo. – Durante los movimientos propios de las economías uno de los sectores más afectados es el del mercado informal, y en esta pandemia se han exacerbado las desigualdades ya existentes, aumentado el drama de quienes colman, principalmente, las calles del pueblo en busca del pan de cada día. Decenas de seibanos ocupan aceras y esquinas del municipio con sus puestos de ventas, como único medio para el sostén de sus familias. La mayoría vende víveres y frutas. No es de sorprenderse, pues, de acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), El Seibo ocupa una tasa de desempleo del 55.4l %, y de esa cantidad el 24% son hombres y el 76% mujeres, convirtiéndose en la provincia con la mayor tasa de desocupación femenina del país. La difícil decisión que deben afrontar los trabajadores del día a día, y que crea debate en distintos sectores de la sociedad es la de «quedarse en casa o morir de hambre» durante esta pandemia, doblemente golpeados no solo por la crisis sanitaria que atraviesa el mundo, sino por los efectos económicos que se generan. Conscientes de que deben cuidarse y cuidar a sus familias, muchos de ellos cumplen con los protocolos de higiene, aunque preocupados por los periodos de cuarentena que se extienden. Historias [caption id="attachment_51371" align="alignleft" width="300"] Los puestos de vivieres son los más recurrentes en las distintas vías.[/caption] Luis Calderón, de 35 años, tiene tres hijos y ocupaba una de las principales vías de la ciudad con su puesto de víveres y cítricos colocados en una vieja camioneta, se ha convertido en testigo del â??ir y venirâ? de lo agitada que se ha vuelto la vida de miles de seibanos con la pandemia. Visualiza las pérdidas de sus ganancias en la cuarentena, pero no puede quedarse en casa, se queja de que en el horario del toque de queda es donde podría aumentar las ventas. â??La situación ha empeorado bastante, las ventas bajaron drásticamente, más ahora que tenemos que salir de la avenida por mandato del Ayuntamiento. La gente ya no se detiene tanto como antes, quizás por miedo a contagiarse y ahora como nos cambiaron de lugar menos se vende, además, el horario donde más se vende es después de las cinco de la tarde y ya a esa hora debemos estar en la casaâ?, manifiesta Calderón. Explica, también, que antes de la cuarentena sus ventas diarias rondaban entre los 600 y 800 pesos, pero ahora solo hace unos 500 diarios, porque la gente prefiere ir a los supermercados y no a los mercadillos â??ambulantesâ?. Aunque, admite, hay días en los que vende más que otros. La pandemia le ha colocado entre la espada y la pared, pues debe arriesgarse todos los días y exponer a los suyos, llevándoles los recursos económicos para subsistir o, por el contrario, cumplir con la cuarentena y no salir de casa. Calderón cuenta que no ha sido beneficiado con ninguno de los programas del Gobierno y tampoco tiene la tarjeta de solidaridad. Otro padre de familia en la misma situación es Julio Pérez, que no puede darse el lujo de quedarse en casa. Se levanta temprano, para cocer las empanadas y preparar los jugos que vende por más de 20 años. Su esposa y sus tres hijos dependen de este oficio. Trabajaba como albañil y debido a las necesidades tuvo que dejarlo para colocar un puestecito en la calle Mella, que conduce a varias comunidades de aquí. Explica, también, que las ganancias varían dependiendo del día que le toque, pero ya â??la gente no quiere comprar en la calleâ?. Al igual que Calderón tampoco recibe ayuda del Gobierno. â??Entiendo que por temor a contagiarse mucha gente ni voltea para acá, pero no puedo llevarme de eso y quedarme en mi casa. Es verdad que si antes ganaba 500 diarios, ahora me gano máximo 200 pesos y con el tiempo limitado por el toque de queda. En mi casa somos cincoâ?, manifiesta Pérez, a quien todos por aquí conocen como â??Julio jugoâ?. [caption id="attachment_51370" align="alignleft" width="300"] Constantino Espinal.[/caption] Otro protagonista de esta historia es Constantino Espinal, de 44 años. Lleva alrededor de un año con su puesto de víveres y narra que decidió poner el negocio porque los trabajos de albañilería que hacía no le dejaban lo suficiente para mantener a su esposa y a sus cuatro hijos. Reconoce que les ha cambiado bastante la vida y cada momento piensa en los riesgos que él y su familia corren por su trabajo en la calle. Compra los rubros para venderlos y, como en la totalidad de los casos, hay días que gana 400 pesos y otros en los que no hace nada, sobretodo, los fines de semana. Decidió poner su pequeño mercado informal, porque la construcción â??no me dejaba dinero todos los días, entonces, trabajaba un día y duraba cuatro meses paradoâ?. Según su narrativa, tiene una familia grande. â??Sé que estoy arriesgando mi vida y las de los míos, pero no puedo quedarme en la casa y verlos pasar hambre. Soy el único hombre en la casa y me corresponde responder por ellos. No es fácil estar en esta acera, a veces, haciendo mucho sol y con mascarilla puesta, que me la quito para descansar, pero no tenemos alternativasâ?, señala Espinal, quien labora hasta los domingos. Sin ser la excepción, cuenta que las ventas no son las mismas de antes, pese a que la ciudadanía ha acelerado su ritmo de consumo. Al igual que los otros vendedores ambulantes, recorre las principales calles del municipio en medio de la cuarentena, a sabiendas de que esta es una provincia productiva, donde la honradez y las buenas costumbres se imponen frente a flagelos como la delincuencia. Implicaciones Para el sociólogo Wilson Castillo, el fenómeno de la informalidad trata de un por ciento de la población que sobrevive con sus negocios, pero que no permiten el acceso al sistema financiero. Es un sector caracterizado, mayormente, por jornadas largas e irregulares, salarios que tienden a ser más bajos y variados y no gozan de un sistema de seguridad social, lo que los hace extremadamente vulnerables. Explica que en el mercado informal interactúa una diversidad de actividades comerciales de pequeñas empresas, que surgen cuando el mercado formal del sector privado no es capaz de satisfacer las necesidades laborales de las personas y se produce, entonces, el trabajo por cuenta propia. Asimismo, surge como una táctica de mantenimiento de las personas que no pueden acceder a un empleo estable, bien remunerado y bajo ciertas medidas de seguridad. El economista Rubén Darío, entiende este sector de la población es inexistente en el capital dominicano, por lo que se convierte en una â??economía subterráneaâ?, donde un 56% se desarrolla laboralmente en la informalidad. Esto es producto de una debilidad estatal que demuestra que no se ha podido regularizar a todos los actores de la vida económica y que hay razones suficientes para que la economía informal haya avanzado tanto. â??A pesar de la informalidad estos medios de vida se han creado y permiten que muchos dominicanos y extranjeros consigan recursos de sustentos. La misma economía y la estructura creada les dificultan a estas personas su inserción formal en el aparato productivo. La gente ve que hay más incentivos dejando de pagar que asumiendo el riesgo que conlleva económicamente regularizarseâ?, enfatiza. En tanto, para el financista José Guzmán, predecir el modo de recuperación de los informales, será tan complejo como la recuperación de la economía misma. Según el especialista, se necesitará la mano de ayuda del Estado con la implementación de distintos programas sociales que les ayuden a recuperarse de este paro impositivo. A conciencia del experto, el sector informal será uno de los más perjudicados y deberá enfrentarse a las dramáticas consecuencias económicas generadas por la pandemia del COVID-19. â??Muchos de ellos no cuentan con respaldo económico para amparar un ingreso que les permita subsistirdurante la crisis. Tienen, muchas veces, que cubrir alquiler y deudas adicionales como algunos que poseen barberías, talleres, viviendas; además, de los riesgos que asumen estando en las callesâ?, aclara Guzmán.]]>

Jeni Polanco
Jeni Polanco
Periodista egresada de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), con Diplomado en Periodismo de Investigación. Locutora y conductora de TV.