RINCON HISTORICO, Antonio Cedeño (Macho), redaccion@editorabavaro.com
Terminados los oficios religiosos, el Generalísimo Trujillo se dirigió a la casa de su amigo Oscar Valdez donde, después de saludarlo, le expuso sus deseos de adquirir una porción de terreno para sembrarlos de cañas de azúcar, y esperaba que sus buenos oficios lograran el cumplimiento de que sus deseos se hicieran realidad.
Don Oscar Valdez, un viejo zorro, que fue carretero y sembrador de cañas de azúcar como ajustero, en los predios de El Seibo, Guaymate e Higüeral, donde conoció a Trujillo, cuando éste era mayordomo de la finca del padre de Félix W. Bernardino, quien fuera indultado por Trujillo, en ocasión de haber dado muerte a un hombre en El Seibo, sabía que Trujillo era un amigo ambicioso, se trepó en la primera magistratura del Estado, un 16 de agosto de 1930 y no se ha bajado jamás.
Si viene hacia los Yayales como vecino, se coge todas las tierras “y me deja sin una tarea”, pensó, y hábilmente dijo: “Jefe, yo tengo una porción de tierra en el ingenio Porvenir, más cerca de la capital, esto es muy lejos”. Trujillo sabía que don Oscar era un hombre de empuje. Esas tierras en el ingenio Porvenir eran suficientes y entendió la estratagema oscarista, pero había resuelto su inquietud. Y San Pedro de Macorís era una tierra llana y apropiada para la siembra y cosechas de las cañas de azúcar.
¿Cómo te la pago?, dijo Trujillo. Don Oscar le dijo que la forma de pago la ponía él, cuando quisiera y como quisiera. Se estrecharon las manos, un relámpago de rechazo salió de ese choque de rayos, que evitó la caída de una galaxia en los Yayales y otros predios de Oscar Valdez; salió, se montó en su automóvil y se detuvo en la casa de don Amenodoro -Mendí- Pepén Soto, que estaba instalada en la avenida Altagracia.