viernes, noviembre 22, 2024
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Pan al hambriento y agua al sediento

Agua y sangre: su bautismo nos lavó y su sangre nos purifico

1 Juan 5:6 “Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre”. El bautismo cristiano es la acción de sumergir en agua a una persona con el fin de hacer su confesión pública en Jesús, en representación de la muerte de los pecados del creyente y sepultura del viejo hombre y una resurrección para andar en novedad de vida con Cristo (Tito 3:5). En ciertos lugares del mundo fijan un tiempo para aplicarle el bautismo al creyente de un año a dos años, lo cierto es que el NT no menciona esa práctica, lo que si debe de tomarse en cuanta es que los candidatos hayan demostrado su fe y hayan recibido una enseña de la importancia de la salvación.

En cuanto a la crucifixión fue el acto que encabezaron los romanos para dar muerte a Jesucristo, una persona que era crucificada en aquel tiempo primero era azotada por el método de flagelación con el fin de acelerar la muerte del reo, el principal objetivo de la doctrina de la crucifixión para los creyentes es enseñarnos los padecimientos que debemos pasar y reconocer que debemos morir a un viejo hombre para que nuestros pecados sean destruidos (Romanos 6:4).

Bajo el esquema de la costumbre judía el sumo sacerdote antes de iniciar el sacrificio en el lugar santísimo una vez por año debía de lavarse los pies y las manos en la fuente de bronce, porque si no moría ejerciendo el sacrificio, haciendo esto ofrecía el sacrifico y derramaba la sangre para expiación de los pecados. Eso mismo hizo nuestro sumo sacerdote Jesucristo primero fue lavado con el bautismo, no porque tenía pecado sino para cumplir todo a justicia, entonces luego inicia su ministerio y establece a los apóstoles y lleva a cabo una vida en completa santidad para dejarla de ejemplo para cada uno de nosotros, finalmente entonces muere en la cruz y derrama su sangre preciosa a diferencia de la de los macho cabríos que no podían quitar para siempre el pecado del pueblo pero la de nuestro Jesús fue una vez y para siempre (Hebreos 9:26).

Todo esto demuestra que los que dan testimonio en la tierra son: el espíritu, el agua y la sangre. El agua por su bautismo, la sangre por su crucifixión y el espíritu porque fue el que el dejó como nuestro consolador (1 Juan 5:8).

¡Dios te bendiga siempre, feliz semana!