miércoles, octubre 30, 2024
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Pan al hambriento y agua al sediento

Detenidos

Todos los seres humanos hemos tenido momentos donde nos hemos detenido sin importar las circunstancias, hemos vivido esa experiencia, para algunos ha sido provechoso, porque esa detención los ha hecho más fuerte, otros sin embargo han marcado su final.

Esta enseñanza del día de hoy ha venido para aquellos que están detenidos, que piensan que continuar no vale la pena. Hoy te digo que, tal vez no puedes cambiar lo que hiciste desde ayer hasta el día que naciste, pero si puedes cambiar todo tu futuro a partir de este nuevo día.

La historia bíblica nos narra el momento en que el pueblo de Israel realizó su éxodo hacia la tierra prometida, Canaán. Había varias rutas para llegar allí desde Egipto, una más cortas que otras, una más fácil de transitar, pero Dios había determinado una que atravesaría el Mar Rojo, esta fue crucial, ya que mientras iban hacia su destino profético los egipcios le seguían hasta que llegaron frente al Mar Rojo. 

Me imagino a Moisés en esta escena, con toda la responsabilidad de un pueblo, que venían buscando una libertad plena y los enemigos estaban ahí detrás para matarlos y en frente tenía una gran muralla de agua, pues este líder clamó a Jehová y este le dijo usa lo que tienes en tus manos, una simple vara, este la extendió y el mar abrió paso para que los ungidos de Jehová pasaran en seco y los enemigos que venían detrás fueran destruidos.

Hay momentos que cuando vamos camino a nuestro destino profético, Dios prepara el escenario perfecto para mostrar su gloria, para hacernos saber que a veces podemos clamar por una petición ya contestada, que ya la solución de la situación está en nuestras manos. Me imagino a Moisés mirando hacia abajo, arriba, izquierda y derecha, buscando una provisión para el problema en ese momento. Hay momentos donde la única opción es continuar, si te detienes el enemigo te destruirá. O avanzas a pesar del Mar Rojo que hay delante o los egipcios que vienen tras de ti te destruirán, usa lo que Dios te ha entregado para continuar hacia tu destino profético.

“En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada”, Franklin D. Roosevelt. 

¡Dios lo hará otra vez en tu vida!

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