PUNTA CANA. En la Guerra de la Restauración, que se conmemora hoy lunes, se conjugaron elementos que la convierten en un acontecimiento singular y paradigmático que trasciende todas las luchas libertarias y dio lugar a un cambio decisivo a la historia.
Se da en Santo Domingo, desde 1863 hasta 1865, entre dominicanos y españoles. El conservadurismo dominicano había invitado de nuevo a España a tomar posesión del país 17 años después de la Guerra de Independencia contra la República Haitiana y 42 años después de que los habitantes de la parte oriental se declararan independientes de España.
18 días después de haber comenzado la guerra, las tropas españolas de Santiago estaban refugiadas en la fortaleza San Luis y tres días después, el seis de septiembre, los restauradores le daban fuego a la capital del Cibao, un hecho único en las guerras independentistas latinoamericanas.
El 16 de agosto de 1863, un nuevo grupo bajo el liderazgo de Gregorio Luperón y Santiago Rodríguez hizo una audaz incursión en el cerro de Capotillo, provincia Dajabón e izaron el pabellón dominicano. Esta acción, conocida como el Grito de Capotillo, fue el comienzo de la guerra. Aunque muchas ciudades dominicanas y la agricultura en todo el país fueron destruidas a excepción del tabaco, la guerra trajo un nuevo nivel de orgullo nacional a la República Dominicana.
La victoria dominicana también le demostró a los cubanos y puertorriqueños que España podía ser derrotada. Este sistema de poder político se mantuvo hasta finales del siglo XX. Donde la política dominicana se mantuvo inestable durante los próximos años.
En las relaciones dentro de la isla, la guerra marcó un nuevo nivel de cooperación entre Haití y la República Dominicana.