En toda la campaña para la elección de cargos del gobierno municipal fuimos testigos de una marcada ausencia de planteamientos alineados con las necesidades fundamentales de nuestras comunidades.
En lugar de ofrecer soluciones concretas a los problemas que aquejan a nuestros vecindarios, recibimos un bombardeo de promesas vacías y prácticas clientelares que amenazan la integridad de nuestra democracia.
En lugar de discutir políticas públicas sustanciales y programas efectivos, los candidatos optaron por la táctica fácil del populismo y la distribución de dádivas. Esta estrategia no sólo es irresponsable, sino que perpetúa un ciclo vicioso de dependencia política y desaliento cívico.
Estos enfoques distorsionados y descarados, en vez de promover un diálogo constructivo en torno a las necesidades puntuales de las comunidades, consolidan el populismo y el clientelismo como insultos a la inteligencia colectiva de nuestros ciudadanos.
Necesitamos líderes comprometidos con el servicio público genuino, no con la compra de votos a través de promesas huecas y obsequios efímeros. La ciudadanía responsable se ejerce rechazando la manipulación política y demandando un liderazgo en sintonía con el bienestar de la gente.
Para lograr esto, es necesario que los ciudadanos estén informados y sean conscientes de sus derechos y responsabilidades en el proceso electoral. Debemos aprender a resistir este comportamiento anidado en prácticas políticas espurias y alejadas de los verdaderos intereses comunitarios.
Además, es fundamental fomentar una cultura en la que se promueva el debate abierto, plural y con ideas fecundas, centrado en propuestas y en la participación activa en la toma de decisiones locales.