lunes, mayo 20, 2024
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Somos un país de tártaros

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Ocurre que República Dominicana no ha tenido la evolución social y política que han tenido otros países de la región. Nuestra vida desde la conquista española de este continente, empezó con una espantosa opresión de los conquistadores contra los nativos, la misma opresión siguió contra los criollos.

Mezcla de españoles, indios y negros de África, que son los cimientos étnicos de las actuales generaciones dominicanas. La opresión, ha sido el común denominador de todas nuestras vicisitudes, no hemos tenido espacio para debatir civilizadamente.

La rivalidad ha sido sinónimo del canibalismo, imperio de la ley de la selva, donde el poderoso oprime inmisericordemente al rival fuera del poder.

República Dominicana vive con un atraso de siglos. Los que dirigen la conducta nacional lo hacen con sentido feudal, privatizan para los de su clan todo lo que producen en el país y todo lo que por el país ofrezcan.

La práctica feudal está profundamente arraigada entre los que se reparten como botín el país: cito, Víctor Díaz Rúa, Amable Aristy Castro, Félix Bautista y sus adláteres codiciosos.

Es por esa conducta de complicidades que en el entramado del poder que muchos extranjeros que vienen con interés de estudio de nuestra sociedad, se sorprenden cuando encuentran que en la mayorías de las áreas estamos congolizados, de primer intento se hace el concepto de que esa congolización es derivada de un pueblo apático, sin ánimo de lucha y conformista.

Pero cala con hondura en el alma del pueblo dominicano. Se percata de que detrás de ese contemplativismo aparencial hay reservas elevadas y nobles, que por siglos han estado luchando por sacudirse de la opresión, pero que factores que le aventajan en fuerza coercitiva han impedido que esas reservas den a la nación la fisonomía popular y progresiva que necesita la República Dominicana.

Los legítimos intereses mayoritarios nunca han contado para la generalidad de presidentes que ha tenido la sociedad dominicana, quedando pendientes respuesta sólidas para las necesidades de los más pobres, esas impurezas políticas y un señorío de privilegiados en el aspecto social y político, llevando al país a una sociedad residuo, donde todo falta y nada queda.

Las masas dominicanas, por esa razón, viven en precariedad estomacal y han sido usadas demagógicamente, lo que equivale decir que son fáciles victimas del engaño, producto de que las masas no están organizadas y estarán hasta que el país logre realidades de desarrollo económico y supere el troglodismo tradicional, siendo víctima de una vil traición politiquera.