2 Samuel 24:14. “Entonces David dijo a Gad: En grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, más no caiga yo en manos de los hombres”. La misericordia en el aspecto humano es definida como la consideración que posee una persona frente a la condición y necesidades de los demás. En el aspecto de Dios con el hombre, es un carácter compasivo hacia aquel que está en desgracia o que por su condición espiritual no merece ninguna ayuda.
La misericordia y la gracia son cualidades de Dios muy semejantes; mientras la primera trata al hombre como aquel que vive en una situación espiritual de miseria, la segunda lo denota como un culpable que no tiene ninguna posibilidad para pagar por lo que ha cometido.
La misericordia que el hombre puede obtener de parte de Dios nunca ha sido en base a sus méritos, ni a sus muchos sacrificios (Oseas 6:6), ni a sus dones sino que es un don plenamente divino, que es la base del perdón, es su amor fiel e incondicional que en su naturaleza Él no puede cambiar (2 Timoteo 2:13).
Tan extensa es la misericordia de Dios que el salmista la compara con la altura de los cielos sobre la tierra y tan duradera que hace una comparación con la eternidad (Salmos 103:11,17), pero esto no quiere decir que Dios deja pasar por alto la justicia y la rectitud en Éxodo 34:7, lo deja claro que el juicio divino está por encima de la misericordia cuando la acción pecaminosa del hombre quebranta los estatutos divino, en este caso la misericordia se manifiesta a través de un accionar lento y una postergación de castigo, pero no ignora el pecado y la ira.
Tal pasó con David, en este versículo base falló a Dios y el profeta Gad le puso dos opciones de juicio, uno divino y otro terrenal, uno de Dios y otro de los hombres. David conociendo el accionar de cada uno prefirió el divino, entendiendo que la justicia de Dios está por encima de la de los hombres.