Ser madre maravillosa es un sentimiento que es difícil de explicar, porque abarca todo lo que es felicidad, pero ello no evita que haya instantes complejos, momentos en que aparecen sentimientos y emociones que no puedes controlar como son miedo, soledad, sobrecarga, estrés, etc.
Las figuras maternales suelen ser las que nos enseñan durante nuestra etapa inicial. Su importancia recae en las lecciones de lenguaje que más adelante nos permiten comunicarnos, en los regaños que indirectamente nos capacitan para ser diplomáticos y justos, y en el cariño y aliento que nos permite mirar más allá de nosotros mismos, hacia el mundo que nos rodea.
Capacidades básicas como tomar una cuchara (motricidad fina) o como leer (capacidad cognitiva) se desarrollan como resultado de sus atenciones.
La presencia de una figura maternal es determinante en el desarrollo individual. Celebrando el Día de las Madres reconocemos a la persona que nos formó, lo que no solo es un reforzamiento positivo para ella, sino que ayuda a mejorar la unidad familiar. La celebración del Día de la Madre nos permite reflexionar sobre quiénes queremos ser como hijos y cómo agradecer a la persona que nos crio.
El vínculo entre una madre y un hijo es uno de los lazos más poderosos que se pueden tener. Desde pequeños nos acunan, nos abrazan, nos besan y nos quieren. A medida que vamos creciendo nos enseñan, junto a los padres, a caminar, hablar y hacer muchas de las cosas que sabemos.