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RIO DE JANEIRO. ¿Cómo se sienten los brasileños sobre su gran momento olÃmpico? Lo primero que han manifestado es rabia: los protestantes le lanzaron piedras al portador de la antorcha olÃmpica que se aproximaba a RÃo de Janeiro.
Luego está la ansiedad: en medio de una ola de crÃmenes y el temor al terrorismo, se ha creado un juego de bingo para que la gente apueste por el dÃa en que se producirá un ataque durante los Juegos OlÃmpicos.
Y también hay indiferencia: Globo, la cadena televisiva más grande de Brasil, no se molestará en transmitir las competiciones del domingo por la tarde asà que mantendrá su programación habitual dedicada al fútbol nacional.
Un número considerable de habitaciones de hotel no han sido reservadas, y las agencias de viajes han reducido los precios en un desesperado intento por atraer a más brasileños.
â??Solo pensar en los Juegos OlÃmpicos me da ascoâ?, dice Ana Caroline Joia da Souza, de 21 años, una vendedora ambulante que ofrece dulces frente a una estación de metro en RÃo. â??Nuestros polÃticos quieren engañar al mundo para que los extranjeros crean que aquà todo es maravilloso. Asà que debemos dejar que los extranjeros vean la suciedad en la que vivimos y el dinero que se roban nuestros lÃderesâ?.
Casi dos tercios de los brasileños â??un 63%â?? piensan que organizar las olimpiadas le hará daño al paÃs, según una reciente encuesta de Datafolha. Solo el 16% dijo que estaban entusiasmados con los juegos, mientras que el 51% expresó que no tenÃan ningún interés en las competencias.
El sombrÃo estado de ánimo que experimentan los brasileños marca un agudo contraste con el entusiasmo que mostraron en 2009, cuando RÃo ganó los derechos para ser la sede de los Juegos OlÃmpicos de 2016.
En ese momento, Brasil estaba en la cima de sus triunfos con una creciente presencia en el escenario mundial, la inclusión de millones de personas pobres en la clase media y la consagración de su joven democracia, establecida en 1985 tras 21 años de gobierno militar.
Hoy los Juegos OlÃmpicos compiten con una desgarradora recesión económica y múltiples escándalos de corrupción que afectan a la clase polÃtica en general.
El paÃs no tiene uno, sino dos presidentes: Dilma Rousseff, quien fue suspendida para enfrentar un juicio polÃtico que continuará desarrollándose durante las olimpiadas, y Michel Temer, el mandatario interino.
Tanto Rousseff, una mujer de izquierda, como Temer â??que se desplaza cada vez más hacia la derechaâ??, son muy impopulares en todo el paÃs. Los votantes, de hecho, están furiosos con toda la clase polÃtica.
Algunos de los lÃderes que planearon estas olimpiadas como una oportunidad para que Brasil se proyectara a nivel internacional, como el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva â??una de las figuras polÃticas más influyentes del paÃsâ??, están sumidos en grandes escándalos.
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