sábado, abril 27, 2024
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PINCELADAS / Siete de julio, pinceladas de una vida

Ernesto Rivera (DUKE).
Ernesto Rivera (DUKE).

ERNESTO RIVERA (DUKE) / redaccion@editorabavaro.com

Colegio Mayor Universitario San José de Calasanz (7)

El 24 de abril, a las 11.45 de la noche fue lanzada una bomba contra el colegio. Se armó el alboroto entre los estudiantes y los vecinos, y entre ellos un oficial del vecindario al que conocíamos muy bien se apareció allí en pijama (bien ridículo que se veía) y comentó con sorna y muy maliciosamente: estos muchachos si son bellacos.

Tú sin considerar el peligro a que te exponías te le enfrentaste: qué análisis tan sencillo y qué conclusión tan complaciente la suya. Nosotros colocándonos nuestras propias bombas, debajo de nuestras habitaciones y casi dentro de nuestra capilla. Qué les parece. El grupo dejó el claro.

Cómo quedó evidenciado el valor de la juventud dominicana representada en ese grupo de estudiantes dispuestos a todo por acabar con ese estado de cosas.

Cómo demostraron su valentía, tanto durante la decapitación de la tiranía como con la Guerra de Abril.

Recuerdo a uno de mis compañeros de colegio y de curso en la facultad de medicina, Plácido Montero Ramos.

Había estallado la guerra de abril y él estaba integrado a un comando en la zona constitucionalista. Durante unos días dejó el fusil y estuvo ayudándonos en el hospital donde se necesitaban manos, ya que casi todos los médicos se habían ido a sus casas y era yo el único médico en la emergencia hasta que comenzaron a llegar algunos perseguidos del interior.

Yo no era ni medianamente guapo, valga la aclaración, pero el juramento hipocrático todavía fresquecito rondando en mi cabeza, los enfermos que todavía estaban allí y tantos heridos que llegaban continuamente no me permitieron abandonar el hospital. Y allí me quedé.

Llega como un rayo el 19 de mayo la noticia de la caída de Euclides Morillo y Rafael Tomás Román Fernández, amigos personales suyos y por los que sentía él un gran aprecio. Como movidos por un resorte, lleno de dolor y de rabia prácticamente me tiró encima el estetoscopio y esfigmomanómetro.

Agarró su fusil y se lanzó de nuevo a la calle. Aquí fatídico día cayeron también Ilio Capocci, José Jiménez y Domingo Tavárez (Tavarito) de Higüey.

Desde entonces no he vuelto a ver a mi amigo Plácido Montero. Terminada la guerra se fue al exterior a hacer una especialidad en Ginecología y Obstetricia y ejerce como un profesional exitoso en Santiago y en la capital, según me han dicho.

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