viernes, octubre 11, 2024
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PINCELADAS / Siete de julio, pinceladas de una vida

Ernesto Rivera (DUKE).

Ernesto Rivera (DUKE).
Ernesto Rivera (DUKE) / redaccion@editorabavaro.com

El Colegio Mayor San José de Calasanz

En este capítulo muy pocas cosas podré contar que tú no conozcas, porque aquí es cuando comenzamos a compartir gran parte de nuestro tiempo y a ser coprotagonistas de muchos de los eventos acaecidos en ese entonces. Sin embargo, puede que sea una de las partes más interesantes de este relato.

Como a te he dicho antes, vengo de un hogar pobre, pero a decir verdad no recuerdo haber tenido desde mi adolescencia grandes apuros económicos. Cuando Dios lo quiso, pasé a ser hijo adoptivo de un sacerdote santo y bueno que dedicó gran parte de su vida a formarme tanto en lo moral como en lo intelectual y en lo físico.

No niego, dicho sea en honor a la verdad, que aun sabiendo quién fue mi padre biológico, cuando digo â??mi papáâ?, en lo adelante me estoy refiriendo al Padre Luis Gómez y Gómez, quien no sólo fue siempre modelo a seguir en mi vida, sino, también a quien debo todo lo que soy y de quien me proclamo muy orgullosamente hijo.

Cuando llegó el momento de iniciar mis estudios universitarios, él decidió, teniendo en cuenta los peligros de la época, conseguir para mí una plaza en el sitio mejor y más seguro que había en Santo Domingo para un estudiante universitario del interior, el Colegio Mayor Universitario San José de Calasanz, dirigido por los Padres Escolapios.

Muy difícil tarea era lograrlo, porque la cantidad de solicitudes que había en todo el país eran muchas y muy pocas las plazas disponibles. Era el lugar donde los padres consideraban que sus hijos estarían menos expuestos a las tantas acechanzas de esos tiempos. Mi padre lo consiguió y yo comencé a residir en el Colegio Mayor a partir de octubre de 1959.

Ahora narraremos con lujo de detalles nuestros años allí. De muchos sobresaltos sí, como bien tú recordarás, pero algunos también de grata recordación.

Ya hemos dicho que las familias del interior que enviaban a sus hijos a estudiar a la capital vivían con temor por la seguridad de éstos y era la gran preocupación para nuestros padres previo el inicio de las clases en una ciudad desconocida, llena de peligros y acechanzas por doquier. Las pensiones no eran nada confiables y este problema lo veían en parte resuelto con este colegio dirigido por los sacerdotes.

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