La psicología, en la medida en que pretende fundarse sobre verificaciones experimentales, se ha visto forzada a transformarse en ciencia del comportamiento. Lo cual se vio especialmente claro a finales del siglo pasado y principio del presente, en las investigaciones de la psicología animal.
Zoólogos, biólogos y psicólogos, dentro sobre todo de las corrientes de la biología objetiva alemana, la psicofisiología rusa, el evolucionismo inglés y el funcionalismo norteamericano, sin excluir necesariamente la interpretación de la conciencia animal por analogía con la humana, la fueron interpretando, cada vez más, no como contenido o estructura, sino como función por la cual el animal se adapta mejor o peor a su medio.
Concebida así, la psicología general como ciencia experimental del comportamiento de los seres vivos, es comprensible que el estudio del comportamiento animal fuera no sólo uno de los factores desencadenantes de esta postura, sino asimismo una de las vías más fecundas y privilegiadas para el progreso de la nueva ciencia.
En todo caso, la psicología es hoy la ciencia del comportamiento de los seres vivos. Su objeto principal es, desde luego, la conducta humana. Pero su objeto preferente, como vía metodológica más firme, es el comportamiento animal.
Todo comportamiento real no es sólo un puro movimiento físico, ni una pura significación comprensible, sino un movimiento físico significativo, en el comportamiento se dan, a la vez, y en muy distinta proporción según las especies, la comprensibilidad de la acción y la legalidad de los procesos psicoorgánicos por los que se realiza.