domingo, octubre 13, 2024
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Y tú, ¿Qué piensas del hombre?

Bélgica Santos
bsanto@editorabavaro.com

PUNTA CANA. Debemos recordar que el hombre no es solo fuerza física, rudeza, macho alfa de comportamiento agresivo, arrogante, cortante, exitoso con el sexo opuesto y admirado por el resto de la manada.

Antes, por el contrario, es sentimiento, hijo, esposo, padre, trabajador, compañero, amigo, detallista, además de otras cualidades y habilidades que lo hacen un ser único e irrepetible y, por ende, excepcionalmente extraordinario e importante.

El hombre en la sociedad debe desempeñar su rol como el principal proveedor del hogar y desde pequeño se educa para estos fines. Pero él es más que eso. El hombre tiene una maleta cargada de sueños y aventuras, curiosidades, capacidades por descubrir, pero muchas veces suele verse interrumpido por el hecho de tener que trabajar para aportar en la casa por la situación que viven la mayoría de los hogares dominicanos.

¿EL MACHISTA NACE O SE HACE?

El machista se hace, ya que es el modelo de crianza el patrón que va a definir o determinar la conducta de ese niño en dos maneras: Si el niño creció donde predomina el machismo, adicional a la relación y convivencia de los padres es probable que el niño decida actuar diferente al padre.

Otra vertiente, puede ser que él decida seguir el mismo patrón conductual y que lo repita consciente o inconscientemente. Es necesario que la madre entienda que está criando a un
niño que mañana será un hombre y padre de familia.

El modelo de crianza y el tipo de familia en el cual el niño crezca, será crucial en la forma de conducirse en la sociedad, explicó la profesional de la salud mental, la sicóloga clínica y terapeuta familiar, Erika Pacheco.

El machista se construye con la formación que reciba, se forma con un modelo psicorrígido dentro de la crianza. Por ende, tiene que ver con la autoestima del niño y de eso dependerá la licitación mental que tenga de adulto a la hora de tener equidad en cuanto al género se refiere.

“LOS HOMBRES NO LLORAN”

Llorar es terapéutico y sirve para desahogarnos y tranquilizarnos. Es una expresión emocional tan normal como su antónimo reír, y tiene un valor importante, ya que decimos sin palabras cómo nos sentimos, y es saludable hacerlo. El machista se hace, ya que es el modelo de crianza el patrón que va a decomo su antónimo reír, y tiene un valor importante, ya que decimos sin palabras cómo nos sentimos, y es saludable hacerlo. Por mucho tiempo hemos escuchado la frase “los hombres no lloran”.

¿De dónde viene la frase? No tiene un origen determinado, pero se cree que en las sociedades bélicas el no llorar, el aguantar el sufrimiento como algo estoico, se veía como una virtud.

La educación espartana (la agogé) tenía reglas rigurosas de disciplina, obediencia y sometimiento a la autoridad. Las mismas madres les decían a sus hijos que partían a la guerra. “Vuelve con el escudo o encima de él”. Desde el principio se valoraba que soportaran el dolor y se les azotaba con un látigo si eran débiles y torpes. No es difícil que otras sociedades donde la guerra fuera una parte de la vida, se le diera connotación de la falta de virilidad y fuerza a un hombre que lloraba.

SER HOMBRE HOY

Lo práctico de lo masculino suele identificarse con experiencias extremas: batalla, ganar, seducir mujeres o ejercer el mando. Pura adrenalina. Pero hay otros caminos. En este manifiesto para hombres donde se analizan con humor fenómenos tan masculinos como la violencia, el exhibicionismo físico o la competitividad.

Una de su propuesta es renunciar a la voluntad de poder y asumir las emociones como parte esencial de nuestra felicidad, expone Greyson Perry, en su libro la Caída del Hombre.
El hombre puede trascender al machismo y lograr una mayor conexión con sus emociones y de quienes lo rodean, máxime en una época como la actual, en la que todos estamos llamados a transformar viejos roles y patrones de conducta.

El machismo es la idealización de la violencia, como fin, como instrumento educativo coercitivo, es una trampa que normaliza lo inaceptable. En su libro Ellos Hablan, Lydia Cacho aborda diversos testimonios de diversos hombres que hablan de su infancia y ponen en evidencia la violencia que
vivieron en su entorno.

Ellos nos dejan ver cómo en un ambiente hogareño y hostil, los niños normalizan aquello que más tarde detonará en relaciones verticales violentas y discriminatorias que avalan un
sistema de impunidad y paternalismo salvaje.

Lydia Cacho va contra corriente y acompaña a los hombres a mirarse en el espejo en busca de un dialogo abierto para entender los orígenes de la violencia.