PUNTA CANA. Estados Unidos vivió el pasado miércoles 6 de enero uno de los episodios más inverosÃmiles de su historia democrática. Decenas de seguidores de Donald Trump decidieron entrar por la fuerza y armados en el Capitolio, para evitar que se aceptase de manera oficial la victoria de Joe Biden. Era un formalismo que el vicepresidente Mike Pence estaba dispuesto a realizar, a pesar de los mensajes amenazantes de Trump, y que finalmente se ha producido.
Las escenas del asalto al Legislativo estadounidense dejaron de ser una fantasÃa para convertirse en el sÃmbolo más evidente de la severa crisis polÃtica en la que se encuentra inmerso el paÃs que durante décadas ha presumido de ser un â??faro de libertadâ? y la democracia más consolidada del mundo. El sacudión ha sido tan grande que ha logrado hacer coincidir a los principales dirigentes de los dos grandes partidos (Republicano y Demócrata), en su condena unánime a estos hechos violentos; una verdadera novedad luego de cuatro años de constantes desacuerdos fraguados al calor de la polarización polÃtica.
Esa brecha estaba llegando a niveles inusitados luego de la decisión de Trump de cuestionar sin aportar pruebas los resultados de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, en las que resultó vencedor Joe Biden, una labor en la que contó con el apoyo tácito de gran parte de la dirigencia republicana que durante semanas evitó reconocer el triunfo del candidato demócrata. Pero ahora, luego de que miles de seguidores de Trump asaltaron el Congreso atendiendo al llamado del mandatario a â??detener el robo de las eleccionesâ?, Estados Unidos se encuentra sumido en una crisis que no parece que logrará solucionarse con una simple condena a la violencia.
Esto es asÃ, en especial, debido a que la raÃz original de este acontecimiento sigue inalterada: Trump sigue sosteniendo que hubo fraude en las elecciones y sus seguidores le siguen creyendo.
DIVISIÃ?N
La crisis actual tiene profundas implicaciones para el Partido Republicano, bajo el liderazgo de Trump desde 2016. Y es que durante la campaña para las primarias presidenciales de entonces, Trump era cuestionado y rechazado por una parte importante del liderazgo tradicional de ese partido. Sin embargo, tras convertirse en presidente y, además, en el lÃder con mayor arrastre popular en ese partido, Trump logró que quienes antes se le oponÃan se convirtieran en sus aliados, aunque solo fuera para garantizar su supervivencia polÃtica.
Ahora, el magnate abandonará la Casa Blanca el próximo 20 de enero, pero seguirá contando con una base fuerte y muy leal, como la que se movilizó el pasado miércoles durante la manifestación en su favor en Washington DC. Los acontecimientos de esa jornada, sin embargo, parecen haber acelerado un proceso que obligará a los dirigentes republicanos a decidir qué harán ante Trump. Algunos analistas consideran que el Partido Republicano se encuentra al borde de una división severa.
El mismo miércoles, dÃa de los acontecimientos violentos, hubo muchos dirigentes republicanos que marcaron distancia con Trump, pero no está claro si se trataba de un giro momentáneo, forzado por las circunstancias, o de algo más permanente. Otra de las consecuencias que se podrÃan generar luego de los hechos violentos, es que Trump sea sometido a un proceso de impeachment. La congresista demócrata Ilhan Omar anunció que estaba redactando una acusación en contra del mandatario para someterlo a este proceso.
A finales de 2019 y comienzos de 2020, los demócratas promovieron un juicio polÃtico en contra de Trump, quien superó el cargo, gracias al voto de la mayorÃa republicana en el Senado. El impeachment requiere que una mayorÃa simple de la Cámara de Representantes vote a favor de la presentación de cargos contra Trump y que luego sea condenado por una mayorÃa de dos tercios en el Senado. La Constitución estadounidense establece que un presidente â??será destituido de su cargo si es acusado en juicio polÃtico y condenado por traición, soborno u otros crÃmenes o delitos gravesâ?.