domingo, noviembre 24, 2024
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Familia en extrema pobreza clama por ayuda del gobierno

Tiene un hijo de 11 años que no habla, ni camina

Robert Antonio

rguerrero@editorabavaro.com

HIGÜEY. En una vieja casucha hecha de pedazos de hojalatas y recortes de madera, con piso de tierra y edificada en un barracón, a orillas del río Quisibaní, de este municipio, una pareja de esposos vive impotente, porque no tiene los recursos para que su hijo de once años, que no camina ni habla, pueda estar en mano de especialistas.

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Carlos Guerrero, de 46 de años y que sólo estuvo en la escuela hasta 5to. grado de primaria, trata de explicar a El Tiempo el padecimiento de su hijo; mientras el pequeño se retuerce en una desvencijada silla de ruedas, desde donde no se desploma, porque la madre lo sostiene.

Cuenta que Carlitos Antonio Guerrero Espiritusanto, al parecer nació enfermo. Aunque no logra precisar el padecimiento de su vástago, dice que se dieron cuenta cuando le llegó la hora de andar y no lo hizo. “El nació así, enfermo, en el hospital de Higüey y cuando llegó la fecha de más o menos andar, no lo hizo; entonces, lo llevamos al médico” dijo.

El obrero informal, que se dedica a vender funditas de agua, manifiesta que sale por la mañana a la calle y con lo primero que consigue compra un sobre de leche para su hijo, ya que es de lo poco que ingiere el pequeño. “A veces come puré de papas y mangú bien blandito, así como el arroz bien mojado con habichuela”, relató.

Mientras avanza contando sus vicisitudes, recuerda siempre que no tiene como pagar la terapia que necesita su hijo, las que cuando la recibe lo mejoran, pero que están paradas por falta de dinero.

Carlos Guerrero comentó que se ve obligado cuando llega cansado de una extensa jornada de trabajo, a también tener que remendar ropa con una vieja máquina de coser, como forma de aumentar sus ingresos.

Se niega a que creer que el presidente Danilo Medina y la vicepresidenta Margarita Cedeño de Fernández sepan sus penurias a orilla del río, a donde no puede tener consigo dos hijos más, los que los tuvo que mandar donde su abuela para que los termine de criar.

LA MADRE

Sosteniendo a su hijo, el que no puede dejar sólo ni por un minuto, Marisol Espiritusanto, de 32 años, dice que las terapias que necesita su pequeño cuestan unos RD$ 5,00.00 al mes, pero que ni ella ni su esposo pueden pagarla.

Explica que no puede contribuir a mantener el hogar, porque desde hace once años está dedicada al cuidado del indefenso niño, lo que le ha impedido trabajar e ir a la escuela.

La joven madre no sabe leer ni escribir, aunque estaba aprendiendo dentro del programa de alfabetización Quisqueya Aprende Contigo, pero que tuvo que abandonarlo, porque no tenía con quien dejar su hijo Carlitos.

“Nunca he trabajado, pero ahora tampoco puedo porque cuido al mi niño. Estaba en una escuela para gente bruta, de esa que puso el gobierno, pero me vi obligada a dejarla”, explicó.

EL DRAMA HUMANO

La atribulada familia vive en Lotificación Anamuya, en un terreno que dice le prestó el propietario, aunque por la ubicación parecería que el único dueño del lugar es el río, el que en cualquier momento puede subir y recuperar su cauce original.

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En el patio de la casucha hay otras habitaciones, más próximo al rio y evidentemente expuesta a mayor peligro, también dos sillas de ruedas tiradas, inservibles por los años que soportaron el cuerpo de niño enfermo, así como un viejo retrete tapado sólo con pedazos de tela y que contribuye a la contaminación del moribundo río Quisibaní, pero que es donde pueden bañarse y hacer sus necesidades.

Cualquier interesado en su caso, pueden ayudar llamando al teléfono (809) 353-0302, o escribiendo a través del correo: redaccion@editorabavaro.com