Melvin Mingó
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LA ROMANA. Con la humildad que siempre lo ha caracterizado y con el lenguaje de un simple campesino amante a la pesca, “el panqué de Haina” reveló a El Tiempo algunas de sus experiencias en el béisbol.
¿QUÉ TAN DIFÍCIL FUE PARA USTED LLEGAR A SER JUGADOR Y MANAGER EN GRANDES LIGAS?
Yo recuerdo que cuando a mí me firmaron, un sargento de la guardia en Haina dijo: ¿ustedes creen que de este pueblo va a salir jugador de Grandes Ligas? Esa fue su pregunta. Mucho menos manager de Grandes Ligas.
Pero gracias a Dios las cosas se dieron. Yo le he dicho a Moisés que en la familia Rojas Alou hace muchos años entró una corriente divina para bendecirnos, yo estoy seguro de eso. Una familia que nace en una casa con piso de tierra, en Haina, donde no se jugaba pelota, no había play ni tradición de béisbol.
Mi papá las primeras zapatillas de jugar que me compró le quitó los clavos y el las usaba para salir de noche.
Era una pobreza extrema, y de esa pobreza salieron 3 peloteros. Yo creo que fue una bendición de Dios.
Cuando jugaba con mis hermanos estaba siempre atento a lo que ellos hacían. En mi casa el mayor de los hermanos era yo y cuando pasaba algo malo a quien le daban la pela era a mí. Por eso siempre tenía que estar pendiente en qué estaban mis hermanos y aún jugando en las mayores yo me quedé con eso, estar pendiente en el juego que hacían ellos.
Llegar a ser manager fue otro proceso difícil. Empecé a dirigir aquí en la pelota dominicana. Recuerdo que la primera vez era jugador con el Escogido, tenía 25 años, y el equipo dejó ir a un manager americano que habían traído y de repente la junta directiva se acercó a mí y me dijo: usted es el manager.
No me preguntaron si yo quería serlo, sino que me dijeron usted es el manager. Yo dije: ¿Cómo? Pero yo juego Right Field. Entonces yo tenía un coach muy querido de Puerto Rico que era Pepe Lucas y yo le dije, tú me vas ayudar, porque tú tienes más experiencia.
Ese fue mi primer intento de manager.
Después duré 12 años dirigiendo en las menores, desde Clase A hasta AAA. Después me llevaron a Montreal, yo no quería porque era una ciudad muy cara y yo perdía dinero y además no había pesca, para ser coach. El equipo empezó perdiendo muchos juegos y estando yo de pesca me llamaron para decirme que yo sería el manager.
Al principio no quería aceptar, hasta que me dijeron que si yo no me decidía la oportunidad se la darían a otra persona. Desde ese momento fui manager por 12 años en Montreal.
¿CUÁL ES LA EXPERIENCIA DE DIRIGIR A SU HIJO MOISÉS Y HÁBLENOS QUÉ SINTIÓ FELIPE ALOU EL PADRE, NO EL DIRIGENTE, CUANDO MOISÉS SUFRIÓ LA SEVERA LESIÓN EN 1993?
Yo estaba en el dugout de visitante y allá escuche cuando el hueso de su pierna se quebró. Yo fui el último en llegar adonde estaba Moisés tirado. Recuerdo que el primera base de San Luis estaba llorando al ver ese pie quebrado. Pero cuando llegué y vi que Moisés no estaba llorando, entonces yo me alivié y supe que iba a estar bien. Y así fue, porque al año siguiente ya estaba con nosotros jugando.
Pero dirigir a un hijo es de mucha presión, porque los demás jugadores también tienen padre que los quieren ver jugar. A mí me ayudó que Moisés fue un buen pelotero y se ganó su posición por meritos propios y no porque era mi hijo.
Dos preguntas sirvieron para conocer parte de la historia de un hombre que entregó su vida por el béisbol, y que dejó como legado para futuras generaciones: la disciplina y el respeto.
EL 15 DE SEPTIEMBRE DE 1963, los Gigantes de San Francisco visitaron a los Piratas de Pittsburgh. Felipe abrió el partido como jardinero derecho. Jesús sustituyó a Willie McCovey como LF en la sexta entrada y luego, Mateo sustituye, cerrando el octavo, a Willie Mays en el jardín central. El hecho constituye la primera y única vez que tres hermanos patrullan simultáneamente los jardines de un equipo de Grandes Ligas. Jugaron en total tres juegos durante esa temporada, pero no iniciaron ninguno.