
Antonio Cedeño (Macho) / [email protected]
Quien serÃa mi profesor, quien formarÃa parte del Pacto de RÃo Piedra, en la guerra de abril y quien me aconsejara en un torneo de pesca en Boca de Yuma, que habÃa que conservarse vivo, eso lo he seguido al pie de la letra.
Comenzamos a ascender las escalinatas hasta llegar a la oficina. Una vez allà se produjo la entrega de las propiedades y efectos personales. Los cigarrillos brillaban cual diamante en el oasisâ?¦fumarâ?¦fumar dijo Arévalo- fumemos, dijimos todos a la vez. Encendimos un trÃo de cigarrillos Hollywood y lanzamos amplias bocanadas de humo que se diluÃan en el espacio carcelario, y se esparcÃan al aire puro buscando libertad. Los centinelas nos cuidaban como si fuéramos dinero en bancos, resolvieron que debÃamos marchar en fila uno tras otro sin mirar atrás.
Llegados hasta la pared que comunica y divide la cárcel del Km.9 con la carretera Mella. Dimos media vuelta a requerimiento de los celosos centinelas, que nos colocaron igual que a la llegada de espalda a la pared.
Nos sucederá igual que a la llegada, me preguntaba en silencio? Dos horas después de tanto esperar en el patio de la cárcel del 9, bajo una mata de higüero cuyos frutos redondos parecÃan globos guindando sobre nuestras cabezas, flotando sin ánimos de ofendernos, solo mostrando que esa redondez de su composición era la redondez del mundo, y un mundo nuevo se abrirÃa a nuestros ojos, cuando saliéramos del infernal centro de torturas.