“No” es una palabra que deriva del idioma latín, gramaticalmente se define como: un adverbio que sirve para construir oraciones enunciativas denotando lo contrario.
El primer abanderado en oponerse al uso de esta palabra fue: el filósofo francés René Descartes en el año 1637, cuando utilizó su frase “pienso luego éxito”, o sea “pienso luego actúo”.
Siendo un elemento gramatical, su uso en forma de excusa barata para no ejecutar un proyecto o acción que vaya dirigida en bien de quien la utiliza o de su entorno. Activas sustancias en el cerebro, llamada neuro-transmisores, provocan un bloqueo mental, que nos produce una sensación de dudas de las capacidades que poseemos, expresado en un estado de desconfianza, inseguridad y baja autoestima pudiendo llegar a padecer de ansiedad, angustia, estrés y depresión.
En consecuencia, de la barrera que nos construimos para no accionar lo propuesto por nosotros.
Es de sabio tener presente que la vida sin adversidades, es como el atleta que no entrena – en virtud de que, a la hora de la competencia, no sabrá que recurso utilizar para obtener la meta deseada.
El uso de esta palabra es un reto condicionado de fácil obstáculo, para no proyectar los dones que tenemos, y no conocemos.
Todos somos capaces de alcanzar el objetivo que nos proponemos.
Expulsemos de nuestro lenguaje la palabra “No”, a la hora de tomar decisiones.
¡Jamás digas “No”!
¡Sí se puede!
Cambiarla por: ¡Nueva oportunidad!