El alzhéimer, y sus repercusiones en los familiares de pacientes afectados
Es una enfermedad progresiva y degenerativa de las células nerviosas del cerebro, ocasionando perdida de la memoria, desorientación en el tiempo y el espacio; además del déficit irreversible del nivel de intelectualidad de quien lo padece. Podríamos decir que el afectado actúa como un autómata porque ni siente ni padece, literalmente hablando. En años anteriores se le llamaba demencia senil o locura de la vejez, la misma no tiene curación.
Fue publicada por primera vez en la literatura médica en año 1906, por un científico alemán Alois Alzhéimer, al examinar una paciente de 50 años de edad, debido a que sus familiares le comunicaron que presentaba dificultad para ejercer labores cotidianas; con cierto grado de torpeza.
La herencia es un factor determinante a padecerlo, en personas que tiene familiares que han sido afectadas por esta patología, sumándole como otra causa de importancia la edad, toda persona con 65 años o más posee un alto riesgo de adquirir esta entidad patológica, así como también el sexo femenino es más proclive a padecerlo que el masculino.
En la actualidad existen entre 46 a 47 millones de personas que están afectadas de alzhéimer u otra patología mental; aunque es una enfermedad que inhabilita al que la padece es el menos afectado, porque no tiene conocimiento ni sensibilidad de lo que está ocurriendo en virtud de estar desconectado de la realidad.
Desconociendo a familiares y allegados, perdida de la habilidad de labores que eran cotidianas en él; o eran el sustento económico de su diario vivir, lo real y cierto de esta afección desde el punto de vista afectivo y conductual, quienes palpan en carne propia la situación real son los encargados del cuidado del paciente.
En consecuencia, de la problemática del trastorno de la memoria, a veces se recuerda hechos pasados, pero los mismos se esfuman rápidamente, cayendo en un letargo mental, no reconoce familiares ni allegados, descuida su higiene, y hasta pierde el patrón del horario alimenticio; pudiendo en ocasiones escaparse del hogar y hasta perderse.
Cada momento de la convivencia de un paciente afectado de esta problemática se convierte en un período de: ansiedad, estrés, angustia y tristeza, a sabiendas que es un viaje sin retorno (Don’t From Behind) no tiene cura.
Es por ello que debe ser evaluado por un médico: neurólogo, psiquiatra o médico familiar para que su afección sea de menor impacto psicológico en los familiares, siempre y cuando cumplan las directrices trazadas por esos profesionales de la salud.
Se debe ayudar al enfermo alimentarse, higienizarse y vestirse. Hacer dinámica de conversación de hechos pasados agradables (a veces recuerdan algo de lo que se le ha contado). Tratar de que duerma por lo menos 8 horas corridas. Y conservar la calma en el trato.
Como esta enfermedad es degenerativa, podemos retrasar o disminuir los síntomas si al cumplir los 40 años de edad. Trate de aprender un idioma nuevo. Coma y escriba con la mano que no está acostumbrado hacerlo. Expresar palabras en sentido contrario. Aprender manualidades.
Es traumático tener un familiar o allegado afectado de esta enfermedad; en vista de que la víctima no se percata de nada, necesitando los familiares un apoyo solidario mayúsculo, para mantener la voluntad de la atención al paciente. Ayudémoslo a ambos pacientes y familiares.