miércoles, octubre 30, 2024
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Fuera del aire

Duarte y ese sentimiento de destino común

Recuerdo la pregunta, como se recuerdan los milagros. El niño se detuvo pensativo y con esa profundidad que solo la ingenuidad permite lanzó el dardo: profesor y ¿qué es ser dominicano?

En ese momento no tenía la respuesta. Pude haber salido del trance acuñando algunos términos: isleños, insulares, mulatos, merengue, alegría…en fin que los dominicanos somos tantas cosas que me resultaba difícil resumir.

Picado por la curiosidad quise indagar. Luego de algunas consultas y furtivas lecturas colegí que una nación surge cuando los miembros de una multitud o muchedumbre, generalmente acosada, sienten que tienen un destino común. Un futuro interdependiente que les obliga a unirse y luchar.

En el caso dominicano ese sentimiento surgió cuando el impacto de las devastaciones de Osorio creó un sentimiento de unidad entre los españoles varados en la isla, muchos de ellos “encastados” con esclavas africanas y conformando familias.

Ese sentimiento de nación, ese sabernos dominicanos, toma nombre, escudo y bandera a partir de las invasiones, y sus consecuentes luchas, sobre todo las libradas bajo la narrativa de “país libre y soberano” fomentadas por Juan Pablo Duarte.

Como puede apreciarse, un país no es sus fronteras, ni sus ríos, ni sus efigies. Los alimentadores de la dominicanidad, de ese profundo sentimiento patrio, que nos llevaría a entregar la vida defendiendo una bandera, son fundamentalmente intangibles. Imperceptibles a nuestros ojos, pero irreductibles en nuestros corazones.

Quienes han conocido otras latitudes lo saben muy bien: aún con sus ligerezas nuestra isla es la envidia del mundo. Bien merece cuidarla y defenderla. El impacto en los valores como consecuencia de la sociedad light en que vivimos ha mermado el patriotismo. Las nuevas generaciones necesitan oxígeno.

Actos como los realizados por las autoridades municipales de Verón en el onomástico de Duarte, apoyados por empresas como CEPM, entre otras entidades, son el oxígeno que necesitan nuestros jóvenes para volver a creer en su país. Ofrenda a Duarte, flores, himno, proclamas, develamiento de murales y arengas a la patria son, en definitiva, la mejor manera de no dejar apagar la llama.