sábado, abril 27, 2024
InicioColumnistasAlgo más que palabras

Algo más que palabras

El espíritu solidario fraterniza

Nuestra época, cuajada de inseguridades, nos invita a la acción del donarse y despojarse, a fijar la mirada en aquello que nos enternece y nos despierta la alegría; porque los sollozos pueden ser muchos y variados, pero con una actitud generosa dispuesta a compartir, mediante un lenguaje de cercanía, clemencia y afecto, nada se resiste y todo se sobrelleva. Lo importante es dejar que obre el corazón para que florezca la vida, con un lenguaje fructífero y armónico, que es lo que en verdad nos fraterniza, a través de la semilla del abrazo y el fruto de la esperanza. 

Realmente, despertamos hambrientos de compañía, nos movemos entre pedestales y aires materialistas, aislados y encerrados en nuestras miserias mundanas, sin apenas tiempo para cambiar de andares. La orientación tomada no puede ser más cruel. Tenemos que aprender a no falsearnos a nosotros mismos, a llamar a las cosas por su nombre y a poner en el centro de nuestros pulsos, un justo proceder de solidaridad social que implique a toda la familia humana; y, con tal ademán, enfrentarnos a todas las situaciones absurdas que sufrimos.

En efecto, si en verdad ansiamos poner nuestros interiores a punto, para que nuestras proximidades se concierten, tenemos que activar el amor de amar amor, como manera de transitar por aquí abajo; y, así, podremos celebrar nuestra armoniosa unidad en la diversidad de acordes. Es cierto que tendremos que recordar a los diversos gobiernos del mundo que han de respetar sus compromisos con los acuerdos internacionales; pero, además, también nosotros deberemos cooperar conjuntamente para hacer progresar el bien colectivo, en un contexto global, con una creciente e injusta desigualdad. 

Ante esta realidad tan angustiosa, tenemos el deber de ayudarnos mutuamente, en parte para poder reconstruir nuestra vida y poder enmendar también nuestra conciencia. Desde luego, una solidaridad efectiva tiene que desterrar de sus aires la desconfianza y el odio, levantar barreras y fomentar los abrazos de verdad, destronar los frentes mediante una atmósfera de escucha y diálogo permanente, poniendo en primer plano las cuestiones que concilian, por ínfimas que puedan parecernos. Una memoria reconciliada, sin duda, es uno de los grandes valores para reunirnos y resolver los contrastes que nos distancian.

Esta interiorización de uno mismo, dentro de las familias y la sociedad, es un buen reencuentro para poder avanzar en la estabilidad y en la nueva historia de la gente. Ciertamente, el futuro está en nuestro espíritu cooperante, en esas manos que trabajan al unísono para construir y no destruir, tanto el planeta como entre sí los moradores, dignificándose. Lo prioritario es buscar nuevas iniciativas para la erradicación de la pobreza o para mejorar la calidad de vida; promoviendo, en definitiva, todo aquello que es bueno colectivamente. Sea como fuere, tampoco puede haber desarrollo sin fuerza copartícipe.