sábado, noviembre 23, 2024

A TIEMPO

Alegremente triste

Pareciera un contrasentido decir que uno está alegre y triste a la vez, pero cuando les diga por qué ese choque de emociones seguro que estaremos de acuerdo. El asunto fue que accedimos a tomarnos una copa de vino con dos o tres amigos en un bar restaurant de la zona. Un ambiente acogedor, abierto, relax, confortable, buen servicio al cliente… 

Más no se podía pedir. Además, eran amigos entrañables de estos con los que se puede hablar de cualquier tema, de los pocos que usted le puede preguntar sobre el último libro leído o sobre cuál están leyendo. Al pasar los minutos, al mirar alrededor y como tenemos un interés muy marcado en la inclusión, imaginamos lo difícil que sería para una persona en silla de ruedas o con un dispositivo para caminar entrar y desplazarse por aquel maravilloso lugar.

No hay que ser un genio para darse cuenta de que la ciudad no está hecha para los discapacitados, aunque sea duro el término, porque esta les recuerda, apenas salen a la calle, que no está hecha para ellos, que no pueden disfrutar de este tipo de esparcimiento sin sentirse discriminados.

Al analizar esto desde el punto de vista económico, descubrimos que las pequeñas rampas son menos costosas que los muros, ya que casi siempre, éstos últimos se levantan a todo lo largo del espacio para embellecerlo y mantener la simetría, mientras que las pequeñas rampas tienen apenas el ancho de una silla de ruedas.

Ya tenemos una ley para los discapacitados (ley.5-13) que desde su artículo 1, se define como la “ley que ampara y garantiza la igualdad de derechos y la equiparación de oportunidades a todas las personas con discapacidad”. Refiriéndose, básicamente, a las oportunidades de empleo, estableciendo, incluso, porcentajes que deben cumplirse sobre todo en el sector público. Pero, sin una ley de accesibilidad, la ley 5-13 está coja.

Es inevitable para mí, seguir contento y feliz disfrutando un espacio que está prohibido para otras personas solo por el hecho de presentar una discapacidad físico-motora, que en muchos casos es menor que otras discapacidades cognitivas que padecemos los que no tenemos ninguna de las visibles o físico-motrices. Por lo anterior es que se dijo al principio que pasamos un momento “alegremente triste”.