sábado, noviembre 23, 2024
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La chica con los bolsillos rotos: Confesiones de cuarentena No. 6

Shirley Santana HerreraLa chica con los bolsillos rotos: Confesiones de cuarentena No. 6

Shirley Santana Herrera | shirleyjsantana99@gmail.com
Al cumplir un mes del distanciamiento social por el que estamos pasando la mayoría (sí, porque hay varios que siguen visitando a los compadres como que nada pasa), me puse a pensar en las publicaciones en mis estados sobre las pequeñas partes de mi experiencia desde la cuarentena, protagonizadas por mi madre y abuela. Desde interrupciones en la clase virtual con el micrófono abierto, hasta comentarios sobre mis habilidades para el baile, las he ido compartiendo con amigos, porque creo que sacarles una sonrisa que les dé pausa en esta incertidumbre, es lo mínimo que puedo hacer. Y no, no pretendan que comparta por acá todas las cosas que han pasado, porque si les soy sincera, son demasiadas. Compartiendo estas historias me di cuenta del valor de las cosas que damos por sentado. Por un lado, conversar con mi abuela todos los días por horas, me ha dado el espacio de ver la vida desde un lado diferente de la arista, muchos de sus comentarios casuales se convierten en lecciones instantáneas de vida: El miedo no sirve como compañero, me dijo un día y aunque me esfuerzo en disipar ese sentimiento tan humano y natural, puedo confesar que en ocasiones lo dejo acompañarme incluso en mis días más felices. Las largas conversaciones con mi madre en su intento por darme lecciones en adultez 101, las aprecio hoy más que nunca, pues me toca poner en práctica los consejos que hago con mis conocidos sobre responsabilidad, disciplina y compromiso. La belleza se encuentra en las pequeñas cosas de la vida, dicen por ahí; debemos sacar tiempo para oler las flores o en mi caso, ver los pajaritos en la mata de guayaba de mis vecinos. Como joven que está acostumbrada a hacer mil cosas a la vez e ir de arriba para abajo cumpliendo responsabilidades, el detenerme ha sido incluso la una oportunidad para querer hacer mil cosas, esta vez desde la distancia. Pero como leí por ahí, la cuarentena no es un maratón de productividad, no estamos de vacaciones forzadas y mucho menos aprovechando la versión en línea de nuestras vidas cotidianas, este es un reto que nos sobrepasa y en medio de él estamos hallando poco a poco un nuevo sentido de balance en lo que hacemos y cómo nos sentimos. Mis confesiones de cuarentena pretenden alegrar con momentos jocosos la vida de mis amigos, sin embargo, creo que es el momento oportuno para que todos aprovechemos y nos sinceremos sobre lo que verdaderamente importa, lo que es imprescindible para sobrevivir y comenzar a valorar las cosas tan grandes que considerábamos insignificantes antes de esta crisis, para poner de una vez y por todas las prioridades en orden.]]>