viernes, octubre 18, 2024
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PINCELADAS / Siete de julio, pinceladas de una vida

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Ernesto Rivera (DUKE) / redaccion@editorabavaro.com

La secundaria

Bueno, volvamos atrás en el tiempo y háblame de esos estudios, que yo sé que hiciste en Higüey y luego retornamos tu vida en Santo Domingo.

Pues bien, escucha. En el período de la secundaria ya somos jóvenes casi adultos, apreciamos y comprendemos de una manera distinta a los maestros y nos sentimos más comprometidos y responsables de nuestras acciones. De esta manera nos ven los profesores y nosotros comenzamos a comportarnos como tal.

Recuerdo de este período y con mucho afecto a los profesores Guillermo Augusto Taylor, Ramón Salvador Silva y a José Timoteo Maduro, el Teacher, quienes fueron los fundadores de la Escuela Normal en Higüey. Asimismo y más luego, a las profesoras Ernestina Cedano, Dulcita y Ligia Martínez, Ligia Cedano, Mima Payán de Montolío, doña Elila Mena y Orlanda Socorro Julián.

Al padre Gómez que nos dio filosofía y al padre Bernardo Montás, que nos enseñó latín.

A los profesores Taylor y Silva nos unía un gran respeto, admiración y agradecimiento, ya que fueron los que nos abrieron el camino para iniciar los estudios secundarios sin tener que salir de nuestro pueblo, que para muchos era casi una imposibilidad.

Ellos fueron los fundadores de la primera Escuela Normal de Higüey, que mucho tiempo después pasó a llamarse Liceo de Educación Secundaria Gerardo Jansen.

Maravilloso el señor Guillermo Augusto Taylor, un verdadero padre para todos sus estudiantes. Admirado y querido el profesor Ramón Salvador Silva, comprensivo y humilde para ser un higüeyano, se casó y formó familia en este pueblo. Al Teacher José Timoteo Maduro, por su espíritu desinteresado, por su entrega total en la enseñanza del idioma inglés y por su personalidad fuera de serie, de carácter agradable y gracioso, con sus anécdotas siempre a flor de labios y sus verdades a medias y a veces menos de a media nos hacía sentirlo siempre como un amigo y compañero.

De las profesoras puede decirse que casi todas eran un amor. Yo guardo particularmente un gran afecto a Ligia y Dulcitica Maríñez; dulces, comprensivas y cariñosas.

Parecían compañeras, más que nuestras maestras. Y cómo olvidar y no tener un rincón especial del corazón a Mima Payán, que nos dedicaba las tardes libres en su casa para la práctica intensiva de las matemáticas, geometría, trigonometría y la química (que a mí particularmente ni me entusiasmaban).

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