Matándolas otra vez

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PUNTA CANA. Por regla general, a los periodistas se les forma académicamente para que tengan la capacidad de dotar sus historias de un tratamiento adecuado, sin importar el
tema o circunstancias que aluda la narrativa de hechos o situaciones con valor noticioso.

Pero no siempre es así. Y hoy menos que nunca los periodistas parecen estar dispuestos o preocupados por cumplir reglas básicas del buen periodismo. El afán exagerado de que sus notas sean las más leídas, las que más generen interés entre los lectores, empuje a los reporteros a irrespetar incluso normativas éticas aprendidas en las escuelas universitarias de Comunicación Social.

Este contexto ayuda a entender el por qué en temas tan sensibles como la violencia machista que se ejerce sobre las mujeres, para citar solo un ejemplo, en sentido general periodistas y medios de comunicación no reparan en el uso de frases y expresiones
que, en vez de aportar solución, contribuyen a la incomprensión o agudización del problema.

Ese tipo de violencia degenera con alta frecuencia en el acto cruel y criminal de acabar con la vida de la mujer. Debería ser esta una razón de gran peso para cuidar la manera en que se informa sobre esos hechos, porque de su narrativa depende el impacto que tengan en la percepción pública y en la lucha contra la violencia de género.

LO QUE NO DEBE SER

Los periodistas deben tener una sensibilidad especial al informar sobre el flagelo de los feminicidios, dado su efecto particularmente doloroso en las familias y amigos de las víctimas.

Es importante evitar cualquier lenguaje o descripción que pueda revictimiza a la víctima o responsabilizarla por su propia muerte. Jamás incluir en la descripción de los hechos frases
como: “según versiones, ella había recibido vehículos de lujo o altas sumas de dinero del matador”.

El enfoque del periodista debe estar en el autor del feminicidio y su responsabilidad por el crimen, en lugar de enfocarse únicamente en la víctima, poniendo sobre líneas facetas y vivencias que tiendan a inducir opiniones adversas sobre lo que fue o hizo en su vida.

Se debe evitar romantizar o justificar las acciones del perpetrador, incluyendo relatos como, “los vecinos afirman que era un hombre bueno”; “siempre se le veía muy cariñoso y enamorado de su mujer”, o “ese tipo ni siquiera hablaba en voz alta, era muy decente y siempre atento con sus vecinos”.

Los periodistas deben asegurarse de que su cobertura de feminicidios sea equilibrada y proporcione información precisa y objetiva sobre el caso. Esto incluye argumentar, buscar antecedentes y bibliografía sobre la vinolencia de género y los feminicidios, y no exagerar o minimizar la gravedad del crimen cometido por el hombre.

Es por ello que no es recomendable el cliché, “fulana de tal es otra de tantas víctimas de la violencia de género”. Se debe evitar perpetuar estereotipos de género en la cobertura de feminicidios, como la idea de que “las mujeres son frágiles” o que los hombres “son naturalmente violentos”. Y menos atribuir las razones de la muerte de la mujer a estos prejuicios tan arraigados en cualquier sociedad.

Los reporteros deben seguir en todo momento (e innegociablemente) los principios éticos del periodismo, como la verificación de los hechos, el respeto a la privacidad de las personas y no incurrir en la espectacularización del suceso relatado.

La intimidad de las familias afectadas por los feminicidios debe ser respetada como un ritual insoslayable. Nunca se puede olvidar: una nota periodística sobre la muerte de una mujer a manos de su pareja no surge de la intención de revelar aspectos que puedan poner entredicho el honor de las víctimas y sus familiares.

El objetivo principal de una historia periodística orientada a los feminicidios, es informar de manera precisa y respetuosa sobre estos crímenes, sin perpetuar estereotipos de género ni revictimizar a la víctima.

Así y sólo así los periodistas pueden ayudar a aumentar la conciencia pública sobre la violencia de género, y a fomentar la prevención y erradicación de estos crímenes tan repugnantes y repudiados en todo el mundo.