LA ROMANA. La decadencia en la escritura y lectura de libros se acrecienta cada día, a pesar de que la República Dominicana tiene un 91% de personas alfabetizadas que saben leer y escribir, aún falta mucho por hacer.
Según una encuesta de la Asociación Internacional para la Evolución del Rendimiento Escolar (IEA), que evalúa el nivel de conocimiento y actividades cívicas, la República Dominicana junto a Perú ocupan los últimos lugares en Latinoamérica en este sentido.
El Centro Regional Para El fomento de Libros en América Latina y el Caribe (Cerlalc) publicó que en estudios realizados entre 18 países la nación dominicana ocupa la posición número 12. Entre 2014-2020 los escritores dominicanos registraron 11,486 libros,
esto según el Número Internacional Estándar de Libros ISBN. Este dato significa el 0.8% del total de libros publicados en América Latina.
LECTORÍA
“Uno no es lo es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”, reza una frase del popular escritor Jorge Luis Borges. Sobre la decadencia en las publicaciones de libros y el poco interés por la lectura, el escritor y poeta Víctor Andrés de Oleo tiene su propia apreciación al respecto.
De Oleo plantea que la problemática no se base en las pocas personas que se dedican a escribir libros, sino que el problema llega al momento de publicarlos. Afirma que el mercado dominicano es un contexto difícil para hacer vida literaria, esto por la falta de
apoyo Gubernamental y de los gobiernos municipales, lo que provoca que muchas obras se queden en manos de los escritores sin poder publicarlas.
Añade que el escritor tiene que buscar los recursos para la casa editora y promocionar la obra también, buscar las librerías para que le permitan usar el establecimiento. Cuando logra publicar el libro, la ganancia no es mucha. Aclara que luego de dejar el libro, la librería solo le permite tenerlo en exhibición de 1 a 2 meses, sino se vende en ese tiempo lo retiran del exhibidor.
INCONVENIENTES Y SOLUCIONES
De Oleo precisa que uno de los inconvenientes en torno a la poca lectura obedece a la tecnología, ya que anteriormente los jóvenes asistían a las bibliotecas para hacer sus tareas escolares, lo que de cierta forma crea hábito de lectura.
Argumenta que es necesario que los maestros asignen obras literarias de acuerdo a la edad de los jóvenes, para que no le maten el espíritu de lectura con obras no adecuadas para su edad.
Refiere que por esta causa existen muchos jóvenes frustrados, porque al no entender una obra deciden no seguir leyendo.
Destaca la creación en las escuelas clubes de lecturas, en la que se inicie con obras ligeras y luego ir introduciendo poco a poco obras clásicas, para que el lector conecte y encuentre
los temas de su gusto.