sábado, mayo 11, 2024
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Cultura y sociedad

Recordando al coronavirus (COVID-19)

El coronavirus (COVID-19) se originó en la ciudad de Wuhan, China, a finales del año 2019. En ese momento, esa información ocupó los principales titulares de casi todos los medios de comunicación existentes, fueran impresos o digitales; incluso, muchos internautas en sus respectivas redes sociales también hablaban del asunto como si fueran expertos virólogos. Sin embargo, pocos pudieron advertir, al menos, que ese virus cuasi apocalíptico podría haber llegado a sus propios países, ciudades, casas o a sus vidas.

La República Dominicana no fue la excepción. Las autoridades locales debían enfrentar la situación, sobre todo porque es un país que, en gran medida, la economía depende del turismo internacional. A pesar de ello, se las observaba con cierta “timidez” como si esta mitad de la isla estuviera blindada contra el COVID. Obviamente, era un año electoral y la prioridad era el proceso eleccionario y “cuatro años más” …

Ya a principio de marzo del 2020, cuando aisladamente algunos iniciaban a usar mascarillas ―que, hasta ese entonces, para muchos eran innecesarias―, se dio la información de que un turista de origen italiano había dado positivo a los síntomas del coronavirus; pues, se convirtió en el “primer caso”, el primer infectado que, muy probable, propagara ese “mal” en suelo nacional.

Casi finalizando el primer trimestre, el viernes 20 de marzo del 2020, mediante el decreto presidencial 135-20, la nación quedó en estado de cuarentena o toque de queda. Ese no fue el único decreto, pues, hubo otros. Ahí el panorama tomó otros giros. Era una pandemia.

¡Bueno! Ahora sí, la mascarilla era un requisito para poder entrar y estar en ciertos lugares; ahora sí, los guantes, fueran quirúrgicos o no, tenían relevancia; ahora sí, las manitas limpias o el alcohol para desinfectar las manos y todo lo que se tocase era de suma importancia; ahora sí, guardar un distanciamiento social tenía sentido; ahora, sí la vida misma tenía otro valor y otras expectativas.

Y no era menos ciertos. Los medios de comunicación se encargaban de publicar a los miles de personas que morían diariamente y que, en muchos de los casos, no había espacio para ellas en el camposanto. Ahí, justamente ahí, no queríamos ser “parte de la historia”.

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