Todo comienza por uno mismo
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
La indiferencia ante la multitud de tensiones y conflictos nos deja sin palabras.
Hay que renovarse, salir de esta situación paradójica, para entrar con otra
orientación de confianza mutua y amor fraterno. Ciertamente, todo parte de un
corazón sano, dispuesto a tender puentes en un mundo dividido.
La guerra realmente germina en el propio espíritu humano. También la calma
comienza por uno mismo. Es cuestión de batallar por lo sistémico de la verdad,
con la libertad de acción, el sentido de la ecuanimidad junto a la consideración
a los derechos humanos, para poder hacer piña con una mentalidad colectiva,
que debe partir de la conciencia de las gentes. Ojalá prolifere esa mística
interior que debemos cultivar y ofrecer.
Quiero recordarme en este momento, de esos héroes que trabajan por auxiliar
existencias, contribuyendo con su trabajo a la transición de un orbe más
pacífico y solidario. Se me ocurre pensar en el personal de mantenimiento de la
paz de las Naciones Unidas que lleva setenta y cinco años salvando vidas e
innovando modos y maneras de entender nuestro paso por la tierra.
¡Enhorabuena!, pláceme este talante.
En efecto, cada cual tiene que cambiar, y aunque individualmente apenas
tendremos triunfo alguno, unidos sí que podemos ser un poderoso manantial
de evolución. Desde luego, también es vital realizar una llamada a los
responsables de los gobiernos y de la opinión pública, para modificar lenguajes
en sus relaciones y mantener otros abecedarios más transparentes y
verdaderos.
Entre todos tenemos que reconsiderar la presencia masiva de hechos
violentos, procurando asegurar la preservación de la vida, con la convicción de
que la efectiva concordia es el único motor que puede hacer un mundo
habitable. Ciertamente no podemos desfallecer en la tarea conciliadora,
tenemos que ir al frente de los que reconstruyen alianzas para dar sosiego y
vida. Será bueno, por consiguiente, que se multipliquen los espacios de
diálogo.
Hoy más que nunca se requiere, en consecuencia, ciudadanos
comprometidos que resistan caídas y renuncien a las armas. Garantizar
soluciones políticas, que han de ser poéticas para reconducirnos hacia un
acuerdo sostenible, debe ser nuestro objetivo.