República Dominicana se encuentra inmersa en los aprestos de una nueva reforma constitucional, impulsada por el presidente Luis Abinader, quien ha subrayado la necesidad de modificar la Carta Magna en varios aspectos que considera impostergables. Para despejar dudas, el jefe de Estado ha subrayado que no tiene intenciones de quedarse en el Palacio Nacional más allá del 2028.
Pero de todas formas hay quienes insisten en llevar al presidente a un terreno de discusión que en este momento no es ni debe ser prioridad para los dominicanos. El Estado dominicano enfrenta grandes retos, y es a lo que debemos hacerle frente, como la necesidad de lograr una reforma fiscal integral, equilibrada y justa, de manera tal que incremente los ingresos públicos sin lacerar la calidad de vida de los ciudadanos.
El presidente tampoco puede perder de vista las variaciones del mercado local y sus posibles efectos en los productos de consumo masivo, con especial atención en comerciantes expertos en pescar en río revuelto. A todo esto agregamos las exigencias interminables de más empleos, mejoras en la seguridad ciudadana y en los servicios médicos, así como viabilizar un sistema educativo dotado de mayor calidad.
El escenario mundial luce turbulento, y eso también le inyecta presión a países como el nuestro, cuya economía depende de la estabilidad de naciones ricas y poderosas. Hoy más que nunca el presidente Abinader necesita concentrar sus esfuerzos en afrontar desafíos y problemas fundamentales de la nación, sin distracciones que lo alejen de los objetivos básicos de sus funciones