viernes, noviembre 22, 2024
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¿Oportunidad o tentación?

Era una conversación muy amena y agradable, hacía mucho tiempo que no tenía una charla tan provechosa. Hablamos hasta de invitar a otros amigos y organizar una peña para sentarnos, tomarnos un café y utilizar la dilección sin propalar malquerencias.

Todo iba bien hasta que me dijo, con cierta nostalgia, “usted me ve pobre, pero yo tuve la oportunidad de hacerme rico”. En ese momento pensé que hablaba de algún  nicho de mercado que había pasado por alto en algún negocio o de una buena idea  que no pudo  realizar, pero él interrumpió mi reflexión y siguió diciendo: “le digo esto porque, aquí donde usted me ve, yo fui funcionario del gobierno. En mi función manejaba 850 empleados y millones de pesos”, me confesó. En ese momento le interrumpí para explicarle que no me estaba hablando de oportunidad sino de tentación, pues si se tiene a la vista la ocasión de hacerse rico siendo deshonesto esto no es una oportunidad. Las oportunidades nunca te llevan a la cárcel, las tentaciones no vencidas sí pueden hacerlo.

Aunque no soy religioso me llegó a la memoria, en ese momento, una lectura bíblica que se encuentra en Santiago 1:12: «Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida…”. La oportunidad es el “momento o circunstancia oportunos o convenientes para algo”, ese algo debe ser siempre positivo para uno mismo y para su entorno.

Cuando alguien dice que tuvo la oportunidad de hacerse rico o de que la situación económica de sus familiares y allegados fuera distinta en términos económicos, no está hablando de una oportunidad sino de una tentación. Aunque pudieran definirse de la misma manera, definitivamente, no son la misma cosa, pues cuando tengo la “oportunidad” de coger lo ajeno y dañar a alguien, incluyéndome a mí mismo, lo que  estoy recibiendo es una tentación a la cual debo resistir para hacerme más fuerte.

Cada vez que tenemos a la vista la ocasión de obtener algo que satisfará algún deseo, debemos poner en la balanza el bien o el mal que ese momento oportuno puede causar y si el mal es mayor, entonces estamos frente a una tentación. Por más fuertes que creamos ser, no tentemos a la tentación, alejémonos de ella, sobre todo cuando ostentamos posiciones de las que podríamos aprovecharnos para obtener beneficios personales.

En estas circunstancias hay que preguntarse siempre: ¿Es esta una oportunidad o una tentación? Aquí terminamos la conversación y nos despedimos.

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