Hace unos años, cuando me veía ante situaciones que -según yo- sobrepasaban mi capacidad de resolver, alguien alguna vez usó la expresión “estás viendo monstruos donde hay molinos de viento”, una frase sacada del libro El Quijote de La Mancha.
Esa frase puede ser usada en otros contextos y aplica: vemos monstruos en las sombras, pero al traer la luz, no son más que molinos de viento. Esa frase vuelve de vez en cuando a mi pensamiento cuando estoy frente a algunas situaciones: las veo gigantes pero lo más probable las estoy viendo desde el ángulo equivocado, las veo atemorizantes y espantosas, cuando en realidad pueden ser más sencillas de lo que a primera vista aparentan.
Eso mismo pasa con el dentista. Nos puedes ver como el médico menos favorito -aunque un pacientico me dijo hoy que soy su nueva doctora favorita-, podemos aparecer como la viva representación de la palabra “dolor” en el diccionario, pero una vez que sobrepasas el miedo y llegas al sillón dental, enciendes la luz y ves que solo somos molinos de viento. Somos inofensivos, no tan desagradables como nos pintan, y estamos aquí para ayudar, en lo que nos dejes.
¿Cuál es la función de un molino de viento? Transforma un tipo de energía en otro tipo de energía. Nosotros los dentistas también tenemos la capacidad de transformar: dolor en paz, vergüenza en seguridad, pena en amor propio, vergüenza en deseos de brillar.
La capacidad de poder sonreír con seguridad tiene una mayor influencia en tu vida de la que puedes creer.
Dentro de este marco, es importante aclarar que no todos los dentistas somos molinos de viento. Podemos toparnos con una experiencia negativa si caemos en las manos equivocadas. Para poder brindar una atención de primera, debemos estar preparados académicamente. Para ser odontólogo se estudia, se requiere tener exequátur, para hacer procedimientos clínicos de especialista -como la tan irrespetada ortodoncia (braces), se debe ser especialista. Por último, y no menos importante, debemos tener vocación de servir. Con esto me refiero, que aunque cobramos por lo que sabemos y tenemos costos operativos que cubrir, que el lucrarnos no sea la primera razón para brindar el servicio. Y si no tenemos la capacidad de realizar un procedimiento, abstenernos de hacerlo. Al final, un tratamiento de ortodoncia mal hecho, un tratamiento de canal mal hecho, o una cirugía de cordales en manos sin la preparación adecuada se pueden convertir en una pesadilla para el paciente.