viernes, noviembre 22, 2024
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Algo más que palabras

Entrar en razón 

Las situaciones no debemos, ni tampoco podemos como seres pensantes con capacidad de discernimiento, empeorarlas. Hemos de entrar en razón, comenzando por el cultivo de un corazón abierto para poder incorporarse al don de la clemencia, que es lo que verdaderamente nos hace humanos; pues, tan vital como crecer hacia sí, es volcarse en la misión de consolar a los que caminan a nuestro lado. 

Lo prioritario es salir de nuestro aislamiento, dejarnos acompañar, reflexionar conjuntamente sin acudir a los abecedarios violentos, activar nuestro sentido de la verdad y del bien, para confluir en un espíritu de entendimiento mutuo. Donde cohabiten tropas, pongamos diálogo sincero. Cualquier escalada de bombardeos nos hace retroceder a fuegos ya sufridos. Dejemos, por consiguiente, la necedad de autodestruirnos. Propiciemos otras atmósferas más sabias y armónicas, que cultiven espacios de concordia, universalizando el oírse. 

Nos toca, como generación avanzada en el campo de las tecnologías, desterrar y destronar de nuestra pantalla visual, aquello que nos divide con afán irracional e irresponsable. El derecho internacional humanitario y las normas de derechos humanos están ahí, para cumplirlas. Tengámoslo en cuenta siempre, antes de que la noche nos alcance y no vuelva el amanecer, que es lo que nos hace recomenzar. 

Indudablemente, hemos de ganar confianza en nosotros; tender puentes para salir de este clima de hostilidades e inseguridades. Centremos el esfuerzo en la mano tendida y en el abrazo permanente. Esta es la solución. Quizás tengamos que volver a redescubrirnos de nuevo como sociedad, poniendo en valor la existencia de la moral, para dignificarnos y engrandecernos como ciudadanos del mundo. 

Los actores relevantes son los primeros que han de realizar la tarea de reconducirnos, a través del raciocinio de sus andares éticos, de donación y entrega, que siempre ha de ser la mejor autodefensa del linaje. Sin duda, estamos llamados a ser ese poema perfecto, anidado y anudado en pulsos diversos, para tomar el aliento de lo perenne, sin discriminación alguna. 

El discernimiento es esencial para este ascenso poético, que además nos hará libres, despojados de toda actitud de ensimismamiento, de desinterés e incluso de desequilibrio que, a veces, se encuentran en nuestras propias vías de autocomplacencia. El sosiego llegará a nosotros en la medida que impulsemos la luz de la razón con nuestro latir auténtico. Esto será la mejor verdad, aquella que nos tranquiliza e ilumina. 

La superior protección del ser, como tal, radica en su modo de transitar y de concebir la realidad, sin correr el riesgo de atrofiarse, dejándose adoctrinar por muestras privativas miserias; lo que nos demanda a entrar en la razón, para hacer frente a los desconciertos y al aluvión de interrogantes. En efecto, tampoco podemos continuar bajo este desorden de inhumanidades, esclavitudes y contiendas inútiles.