A tiempo

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“Que allá pegue y que aquí no llegue”

Solo tiene 6 años, la suma de su existencia, con esa edad Vladimir no alcanza a entender por qué los adultos hacen lo que hacen. Quizás ya habrá deseado ser adulto, pero ahora, tal vez no lo desee más. Solo faltaba un día para recibir su trasplante de médula necesario para curar su leucemia y seguir soñando con ese día en que ya no sería un niño, pero de repente, los adultos hicieron algo que tal vez le impida ser adulto algún día. Con lo que pasó todos entraron en pánico, dejaron lo que estaban haciendo y hablaban entre ellos, misteriosamente. Los niños fueron obligados a estar en sus casas. 

Lo más extraño para Vladimir fue que, de un momento a otro, sus padres iniciaron los preparativos como si fueran de vacaciones, unas vacaciones diferentes y extrañas, porque recordaba que el año anterior tuvieron unas vacaciones, pero sus padres estaban alegres y contentos, ahora era diferente, no empacaban maletas sino mochilas y contenían cosas más específicas, lo más extraño para él era que irían solos con la madre, pues el padre, por una extraña razón que no podía entender, tendría que quedarse. 

Eso que habían hecho los adultos, aunque no lo comprende del todo, parece que le cambiará la vida para siempre. Y ¿qué fue eso tan grande que habían hecho los adultos? Fue algo inentendible para un niño, un gobernante extranjero de un país más grande y poderoso había comenzado a lanzar bombas contra el suyo. A pesar de ser un niño Vladimir sabe que las bombas matan y destruyen. Ahora, no solo lo ha visto en películas, sino que ha oído el estruendo de las explosiones, incluso oyó a los adultos decir que habían destruido un hospital, tal vez, precisamente, ese donde le harían su trasplante de vida.

Ya estaba perdiendo la confianza en los adultos. Ahora cuando le dicen que van de vacaciones a otro país lejos de casa, duda. Cómo entender que los grandes se asechan y se preparan para, “un día cualquiera, el menos pensado quizás”, intentar matarse entre ellos, esos mismos que le aconsejan no pelear con sus amiguitos se matan unos a otros. Pero Vladimir seguirá confiando, después todo no puede valerse por sí mismo.

Ese es el drama de la guerra en Ucrania, y ha sido el drama de todas las guerras. Tragedias humanas de las que nadie sabe nada. Porque no es solo que las familias, forzosamente, tienen que separarse, que los enemigos, con intensión o sin ella, bombardean hospitales y destruyen puentes y carreteras, por donde huyen los civiles, es que hay otra historia, otra tragedia, que no podemos siquiera imaginar. La tragedia de los prisioneros de guerra. Cuántos son, dónde los tienen y a qué clase de sufrimientos están expuestos.

En este tiempo en que todo está conectado, ya no tiene validez el refrán que reza: “que allá pegue y que aquí no llegue”, más bien se confirma la sentencia de que “el aleteo de una mariposa en oriente provoca un tsunami en occidente”, porque las consecuencias económicas del conflicto no se han hecho esperar…