Muchas veces hemos pasado por situaciones en donde no pasa lo que estábamos esperando, por ejemplo, el detalle que nunca llegó de tu pareja, la comida fría en el restaurante que te recomendaron tanto, o en el deporte haberte preparado con mucho esfuerzo, dedicación y disciplina para una competición y no pasar de una primera ronda.
Y cuando esto pasa nos sentimos frustrados, indignados y resentidos por las personas o situaciones que en nuestra perspectiva no cumplieron con lo que esperábamos. La realidad es que la vida no es justa y nunca será como nosotros deseamos o como pretendemos que sea. El suizo Jea Piaget señaló que los niños tienen una dificultad para distinguir entre el mundo subjetivo de su cabeza y el mundo objetivo exterior. Piaget se refirió a esto como pensamiento mágico y mencionó que los niños lo superan a los 7 años.
Pero Piaget estaba equivocado, muchos adultos normales aún mantienen un pensamiento mágico, ejemplo de ello es la ley de la atracción, la oración y “vibrar alto”.Según la ley de la atracción si pienso en algo en específico esto sucederá, y acá es donde debemos evaluar el nivel de las expectativas; utilizando esta ley podría decir que si pienso con mucha fe y determinación que puedo correr una maratón la podré completar sin entrenar con los parámetros específicos que se requieren para este tipo de pruebas.
El problema es que de acuerdo con este ejemplo es muy poco probable que logro completar la maratón y al final de esta solo estaré decepcionado. Es por eso importante hacernos la interrogante ¿Debo tener expectativas en el deporte que practico? Y más que una respuesta general y única, considero que cada atleta debe centrarse en el aquí y ahora, es decir, en cada entrenamiento, en las rutinas diarias, y en cada competencia y dejar las expectativas por un lado y centrarse en que lo considera satisfactorio y agradecido de su rendimiento, aunque las cosas no hayan salido como esperabas.
