En muchos hogares, el aceite usado a menudo termina en el fregadero o la basura, causando graves daños ambientales. Un litro de aceite puede contaminar hasta 40 mil litros de agua. Conscientes de esta problemática, un equipo de investigadores de la Universidad de Chile se propuso encontrar una solución.
Según explica Werlinger, investigador del equipo, el aceite desechado puede llegar a los océanos y causar estragos similares a un derrame de petróleo. El aceite, al ser menos denso que el agua, forma una especie de colchón en la superficie que afecta el intercambio gaseoso y la penetración de los rayos del sol, perjudicando procesos biológicos vitales en el ecosistema acuático, como la fotosíntesis.
Para abordar esta problemática, Werlinger y su colega Oleksandra Trofymchuk han desarrollado un método para transformar el aceite usado en bioplástico. Utilizando reacciones químicas, incorporan dióxido de carbono (CO2) en el aceite, generando compuestos llamados carbonatos cíclicos que, finalmente, se convierten en biopoliuretano, un tipo de bioplástico de alto valor agregado. Este proceso no solo da una nueva vida al aceite usado, sino que también contribuye a reducir la contaminación y mitigar el cambio climático al utilizar CO2 atmosférico en lugar de liberarlo a la atmósfera.