VERÓN. Dentro de las muchas formas de violencia que se pueden ejercer en el mundo digital, se encuentran el body shaming y el slut shaming. Ninguna de ellas es nueva ni nació con Internet, de hecho ocurren desde siempre en espacios como el colegio, donde adolescentes usan las redes sociales como una herramienta para perpetuar el bullying y, muchas veces, fomentarlo.
Ambas prácticas afectan muchísimo más a mujeres que a hombres –sobre todo el slut shaming–, por lo que en esta nota nos referiremos a “ellas”. Sin embargo, ten presente que cualquiera puede ser víctima, sin importar género ni edad. Te contamos de qué tratan.
Partamos por la base de que no está bien opinar sobre cuerpos ajenos, menos si esta opinión busca avergonzar o humillar a la otra persona, que es de lo que trata el body shaming (body = cuerpo y shaming = avergonzar, en inglés).
Otra forma de ciberacoso en la que las mujeres son apuntadas, enjuiciadas y catalogadas despectivamente por suposiciones sobre cómo viven su sexualidad, es el slut shaming. Esas suposiciones generalmente se basan en su forma de vestir, su apariencia o simplemente en rumores.
Ok, no te puedes hacer cargo de los comentarios que otros hacen, pero sí puedes lograr que a tu hija no le afecten. Tú debes ser el/la primero/a en aceptar el cuerpo de tu hija (¡y el de los demás!). No lo critiques ni menos la avergüences frente a otros. También evita comentar y sobre todo criticar otros cuerpos, incluso el tuyo.
El body shaming puede afectar fuertemente el autoestima de un niño o niña, llevándole a la no aceptación, el autodesprecio e incluso depresión, así que pon atención en cómo se refiere a su cuerpo y en las conversaciones que tiene con sus amigos y amigas, especialmente en la pubertad y adolescencia. Intenta no emitir juicios de valor respecto a la manera en que se expresa, viste o maquilla. La adolescencia es una etapa importante a la hora de desarrollar la identidad, por lo que es normal que prueben estilos e intenten destacar.