La comunidad de Río Salado, fundada hace casi un siglo a orillas del río Dulce y en la desembocadura de este con el mar Caribe, se estableció sin ninguna planificación territorial. Hoy en día, cientos de familias viven allí en condiciones infrahumanas. Los primeros habitantes se asentaron junto al río Dulce, y con el tiempo, la zona adoptó el nombre de Río Salado debido a la proximidad con el mar Caribe, que convierte las aguas del río en salobres.
La pesca y el traslado de personas a las islas Saona y Catalina han sido las principales actividades económicas de esta comunidad. La ocupación del área, sin planificación gubernamental, y la permisividad de las autoridades respecto a la ocupación de gran parte de la ribera del río han generado una contaminación que ha persistido durante años. Nueve cañadas desembocan en el río Dulce, llevando consigo desechos sólidos y acuíferos, especialmente durante la temporada de lluvias.
Estas cañadas provienen de la calle Francisco Richiez, en la parte alta de la ciudad, y afectan negativamente tanto la salud de los residentes como la calidad del agua del río. Otro problema grave es la falta de una planta de tratamiento o de colectores para filtrar las aguas residuales y cloacales producidas en los hogares de la ribera. Los residentes han improvisado tuberías que vierten estos desechos directamente en el río, agravando la situación.
La indiferencia de las autoridades, tanto anteriores como actuales, ha permitido que la contaminación del río siga aumentando, afectando la salud de los habitantes, quienes no tienen otro lugar a donde ir. A pesar de las numerosas promesas incumplidas por parte de diferentes gobiernos, ninguna administración ha logrado una reubicación digna para estas personas. El intento más cercano fue la construcción de varios edificios de apartamentos en la comunidad de Cucama, cerca de Villa Real. Sin embargo, el proyecto se politizó y la mayoría de los apartamentos terminó en manos de allegados al gobierno de turno.