lunes, septiembre 16, 2024
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Cultivos que nos vienen: los Juegos Olímpicos

La vida, por sí misma, es un mero ejercicio de reencuentros; a los que ha de sumarse el espíritu de sacrificio, que es lo que nos ayuda a superarnos, reconociendo nuestras propias limitaciones y el coraje de los demás. Desde luego, es el momento de ponernos en práctica corporativa, tanto de vivir los sanos lenguajes que nos aproximan, como de activar los sueños Olímpicos y Paralímpicos París 2024.

En cualquier caso, la acción gimnástica, cuando en verdad se cultiva, sobrepasa todos los frentes y transciende todas las fronteras, favorece el espíritu cooperativo y la lealtad en las relaciones interpersonales.

Sin duda, el recreo es un generador de comunión y comunidad. Deseo, por consiguiente, que las Olimpiadas de París, nos activen a todos en la buena orientación armónica.

Que, a los participantes, les sirva para descubrirse y evaluarse, derribar ofuscaciones y reconstruir nuevos anhelos; y, al público en general, para hacer humanidad y entrelazarse como los anillos, avivando el espíritu de concordia y apagando los conflictos.

Precisamente, en este caso, los atletas serán el alma de la ceremonia. Me parece muy enriquecedor que así lo sea, puesto que yo mismo soy una parte de todo aquello que he vivido en mis andares. Lo sustancial es activar la ruta de la conciliación entre análogos, con espíritu atlético, o sea con lenguaje universal y resistencia contra el dolor, lo que favorece la auto-observación para aprender a reprendernos, así como el robustecimiento corporal y la tonificación del brío.

Tampoco olvidemos que la existencia por sí misma es una competición y un esfuerzo en busca de la verdad. Esto nos exige que los propios esfuerzos físicos sean parte de los interrogatorios de los valores más elevados, que es lo que realmente forja nuestro carácter, para subir triunfantes al podio de la mística, del que nunca debimos salir.