Estados sin ley; conflictos devastadores
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
Cada día encontramos más itinerarios sombríos, sin orden ni concierto entre sus moradores; muchos de ellos dominados por la pereza, para hacer frente a un panorama mundial verdaderamente desolador, que sufre contiendas absurdas y trances horrorosos. Por eso, creo que urge la acción ciudadana, con esa aportación ética y diligente en la actividad, la laboriosidad en las instituciones, cuya tarea ha de ser ejemplarizante siempre.
Además, los humanos de todos los rincones planetarios, tenemos que bajarnos del pedestal, ponernos a enmendar actitudes, servir esperanza en los ojos tristes y soñolientos, aparte de ofrecer estructuras adecuadas que aviven y fomenten la estética familiar, dentro de la consideración a la dignidad soberana de cada individuo, así como también de cada grupo humano. Si cada persona, constituye la base de todo como es natural, ha de ser respetado en una auténtica perspectiva social.
El reconocimiento de derechos universales, inviolables e inalienables, conforma el mejor reconstituyente del abecedario cooperante, y como tal debe ser de obligado cumplimiento, partiendo del pueblo más pequeño hasta el mayor escenario mundial.
A ciencia cierta, tendremos que activar un corazón nuevo para vencer la indiferencia. Ciertamente, son muchos que se dicen Estados de derecho los que están fallando, corriendo el grave riesgo, de que se instaure en el planeta centenares de ellos, sin disposición normativa. Sólo hay que mirar y ver la multitud de países que continúan incumpliendo impunemente la legislación internacional, tanto el desarrollo ilegal de armas nucleares como el uso no autorizado de la fuerza.
Precisamente, hace unos días, Naciones Unidas a través de su secretario general, nos recordaba algunas crudas realidades. Guterres mencionó la invasión rusa de Ucrania; los homicidios ilegítimos de palestinos e israelíes; el «apartheid de género» en Afganistán; el programa ilegal de armas nucleares de la República Popular Democrática de Corea; la violencia y las «graves violaciones de los derechos humanos» en Myanmar; y «una profunda crisis institucional» en Haití.
En consecuencia, como ilustran estas muestras, la adhesión al espíritu normativo, sobre todo en aquellas poblaciones enteras abandonadas a la opresión, nos exige a fin de garantizar la libertad necesaria en la que se debe formar y reformar la conciencia, una autoridad moral concienciada a través del precepto para, de esta forma, poner sosiego en nuestra propia convivencia.