PUNTA CANA, RD. Es inexcusablemente triste que, a pesar de tener normativas en vigor como la Ley 136- 03, sigamos siendo testigos de tragedias que podrían evitarse con un mínimo de vigilancia y compromiso por parte de los adultos responsables. La reciente pérdida de vidas inocentes en La Romana es una dolorosa llamada de atención sobre la urgente necesidad de un cambio cultural y de actitud hacia la protección de nuestros niños y adolescentes.
El caso de Natalia Hernández, la niña de 3 años cuya desaparición terminó en una tragedia, es particularmente desgarrador. El simple hecho de que un padre estuviera distraído durante un breve momento resultó en la pérdida de su hija. Este incidente debería servir como un recordatorio angustioso de que la supervisión constante es esencial, cuando se trata del cuidado de los más vulnerables de nuestra sociedad. Lamentablemente, el caso de Natalia no es un incidente aislado.
Otros niños en la misma comunidad han sufrido tragedias similares, debido a la negligencia de los adultos a cargo. Desde accidentes en el hogar hasta ahogamientos en cisternas y piscinas, la lista de incidentes evitables es preocupante. Es fundamental que las autoridades tomen medidas firmes para responsabilizar a aquellos que no cumplen con su deber de cuidado.
Pero más allá de la acción legal, es necesario un cambio cultural. Debemos concientizar a los adultos sobre la importancia de asumir la responsabilidad de proteger y vigilar más a sus niños.