viernes, noviembre 22, 2024
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La docencia configura las sociedades

La indecencia se ha adueñado de las sociedades, pide un cambio en el espíritu docente. Ahí está la clave. La docencia configura las sociedades. Tampoco se puede adoctrinar. Hoy más que nunca se requiere de una formación centrada en nuestros interiores, en conocernos y en reconocernos, en saber interrogarnos para poder discernir la orientación que hemos de tomar. Necesitamos de un nuevo ardor cerebral, que no radica en los conocimientos absorbidos, sino en la formación de esa búsqueda auténtica para poder reconstruir una nueva era de concordia, familiaridad y paciencia con el análogo. Para ello, hay que indagar de otro modo y manera, ser más corazón que coraza, utilizar otros lenguajes menos violentos y más libres, si en verdad queremos poner fin a esta sensación enfermiza de desconfianza y división. 

Desde luego, no podemos continuar enfrentados, marcados por los conflictos, hundidos por la pobreza de un mundo desigual e injusto a más no poder. Son situaciones verdaderamente indignantes que tenemos que ahuyentar de la faz de la tierra. Los docentes, verdaderamente formados como tales y vocacionales, son los que tienen la llave del salto. De ahí, la necesidad de educadores que sepan unir la ilusión y la razón, activar el pensamiento de los juicios naturales con la apertura a los sublimes horizontes, remover conciencias en un orbe de tantos problemas que nos inquietan, para llegar a ser más alma que cuerpo. Este es el mérito de esas gentes, con aptitud de despertar en sus discentes otras sabidurías más solidarias y humanas, entregadas en templar actitudes más que en injertar conocimientos, para poder abarcar.