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El pasado miércoles fue anunciado oficialmente un acuerdo de ajustes salariales negociado por el Gobierno Dominicano, que beneficia a los empleados del sector privado incluyendo a las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas. Dichos aumentos fluctúan entre un 10.9% para las «micro»; 20.2% para pequeñas; 59% para medianas; y 19.3% para grandes empresas. No se especifica por qué el acuerdo excluye a los empleados públicos.
Todos pensaríamos que la reacción normal de los beneficiarios de este acuerdo sería la de un grito de alegría, y una esperanza casi hecha realidad de que su nuevo ingreso le permita un estilo de vida un poco más holgado. Sin embargo, en un entorno altamente inflacionario como el actual, esta esperanza puede no perdurar. ¿Por qué? Porque un aumento salarial no se traduce a menor inflación, o a mayor poder adquisitivo.
Una de las principales causas de inflación es el aumento en los costos de producción. Mayores salarios crean mayor inflación, ya que las empresas necesitarían aumentar sus ingresos para compensar el gasto adicional. De no lograrlo, se verían forzados a reducir su número de empleados, desvirtuando la intención original de lograr mejores condiciones de vida, o peor aún, que más empresas acudan a la tecnología para abaratar sus costos, lo cual es irreversible. Además, en la algarabía inicial de los ingresos aumentados se genera mayor demanda por productos y servicios, lo que puede generar una espiral incontrolable entre salarios e inflación.
En nuestro país se podrían identificar algunas de las causas puntuales que han contribuido a disparar la inflación, aun a pesar de la crisis, por ejemplo: Los programas de ayuda social por la pandemia que ayudaron a mantener los ingresos familiares; el endeudamiento, que ha proporcionado divisas adicionales al país; las remesas recibidas del exterior, mayormente desde Estados Unidos como resultado de los incentivos fiscales y programas de asistencia por desempleo; y un escenario de inflación estructural, en la que un sector con exceso de demanda puede contagiar a otros sectores de la economía.
Hay que reconocer que la situación económica global es muy difícil de manejar y no hay solución sencilla ni infalible, pues la aplicación de ciertas medidas a favor de un sector puede desencadenar otros problemas peores. En un entorno normal, la inflación se produce porque hay casi total empleo, la demanda de productos supera el nivel de oferta, y hay perspectivas de crecimiento consistente. En esos casos para frenar el costo de los productos básicos, los bancos centrales suelen acudir a mecanismos de política monetaria aumentando las tasas de interés, y el Estado opta por una reducción del gasto público. En estos momentos ese tipo de alternativas quedan fuera de la mesa.
Es de vital importancia que el Gobierno logre controlar las causas fundamentales de la inflación, por vía de programas de asistencia a sectores como el agrícola, para abaratar sus precios. De lo contrario, en corto tiempo se evapora el efecto positivo de un aumento salarial.