viernes, noviembre 22, 2024
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Algo más que palabras

La desolación nos urge a estrechar lazos

Únicamente hay que mirar y ver. Multitud de gente, ubicadas en cualquier rincón del mundo, se encuentran en un estado de desolación tan profundo, que sufren períodos de tristeza verdaderamente grandiosos. En ocasiones, son tantas las situaciones que nos oprimen, que nos quedamos sin aliento. Nos falta tiempo para todo, también para repensar sobre el momento, para escucharnos y sentirnos mar adentro. 

En realidad, cada ser humano es un mundo; y, como tal, requiere reencontrarse consigo mismo junto a los demás, hacer silencio, sentirse acompañado para aglutinar fuerza en el corazón y poder reorientarse, mediante esa pujanza interior que tiende a la comunicación y a la comunión.

Nada somos por sí solos. Tanto es así, que podemos afirmar que nuestros andares hunden sus pasos en caminos trazados, en místicas experimentadas fruto de esa relación entre sí. Es el amor el que nos eleva y nos universaliza como seres necesitados unos de otros. 

Todos sabemos lo trascendente que es cultivar lo auténtico, el abrazo entre pueblos y sociedades. Por ello, el mundo actual nos impulsa a no permanecer pasivos jamás, a conocernos y a respetarnos en la diversidad mediante el desvelo cooperante. Justamente así, podremos crear otras atmosferas más armónicas y estrechar lazos entre nosotros, pero también con la madre naturaleza.

En efecto, el medio ambiente es vital para nuestra supervivencia, proporciona el aire que respiramos, regula los modelos climáticos, suministra nutrientes para todo ser vivo y es el hogar que todos tenemos para transitar, también las innumerables especies de vida silvestre que nos asisten. Nos toca, pues, salir de este estado de tristeza y reconciliarnos con todo y hacia todos. Continuar bajo el imperio del salvajismo, de los despropósitos, nos tritura el alma. Bajo este desorden humanístico, es cierto que necesitamos líderes responsables, que sean capaces de adentrarse y de obrar bajo la contemplativa de la verdad. Quizás tengamos que despojarnos de ese aluvión de intereses mundanos para sentirnos libres y poder avanzar hacia una verídica cultura que esté propiamente al servicio de la concordia, de la vida en toda su verdad, su belleza y su bondad.