“Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria, la senda más angosta y difícil. ¿Es eso de tonto y mentecato?”, .Miguel de Cervantes.
Era uno de esos viernes, después de concluir el trabajo, me puse a leer los periódicos, traía una noticia que me llamó la atención, se había promulgado una ley en la cual se declaraba a la obra literaria de don Juan Bosch «Patrimonio Documental y Cultural de la Nación Dominicana», por el ex presidente Danilo Medina.
Al leerla la noticia completa, me remonté a mi época de curiosidad literaria, a los años ochenta y cuatro.
En los últimos dieciséis años, la figura de don Juan, como escritor, me había perseguido en mi pensamiento como una de esas sombras buenas que se tienen presente, con ese sabor de la satisfacción me acompañaba todavía, por su consejo, por lo que había leído y dejé caer un breve comentario con una sonrisa labios ¡caramba! se le está haciendo justicia por fin a la obra literaria de don Juan, pensé.
El escritor de los Cuentos en el Exilio había sido el intelectual más admirado y completo de su época en la literatura dominicana, y quizás en América Latina, era el único escritor vivo que la Academia Dominicanos de la Lengua Española pudo someter por sus condiciones como narrador, para ser considerado a un Premio Miguel Cervantes concedido por el Ministerio de Cultura de España.
Pero, la política, virus que atrapa todos los hombres, se lo tragó, al gran hombre de letras, pero es verdad que el país ganó un buen hombre de Estado, insuperable todavía, pero las letras dominicanas perdieron una gran oportunidad de tener su primer Premio Cervantes.
Esa tarde, donde el sol era un astro tímido, recordé el gran consejo que me dio don Juan esa mañana de octubre…Para ese entonces yo tendría la edad de veinticuatro años, quizás menos, no tenía ni hijas, y vivía en la calle Hatuey, a una cuadra de la cafetería la Esquina de Tejas, donde me encontraba algunas veces con los jóvenes Hochi Santo y con Cristian Jiménez.
Euris Cabral no era cristiano y visitaba bastante al camarada Juan TH, junto con Fafa, a teorizar de cómo sería el país. Eran otros tiempos. Aunque no eran los tiempos de Alicia en su mundo de maravilla, pero que bien cocinaba Casiana del Rosario en esa época.