A poco menos de 2 años de haberse revelado la inminente amenaza para el mundo de las infecciones por covid-19, han sido incontables los retos que como seres humanos hemos tenido que enfrentar y superar, sin que hasta el día de hoy podamos hablar de este fenómeno en tiempo pasado.
A pesar de que aún tenemos grandes desafíos por delante, podríamos atrevernos a decir que en el sector salud los investigadores y expertos en medicina han descubierto la manera más efectiva de controlar los contagios y reducir de forma importante la pérdida de vidas, que ha sido lo más relevante. Pero los efectos colaterales de esta pandemia son incalculables.
En el ámbito económico actual, una de las secuelas más inesperadas e indeseadas es la subida, casi exagerada, en los precios de un gran número de artículos de consumo y servicios de primera necesidad. Este problema no es exclusivo de RD, ya que en casi todos los países de Latinoamérica los precios de los alimentos básicos, medicamentos, bebidas, medios de transporte, electricidad y otros se han disparado a niveles insostenibles, impulsados tanto por factores globales como endógenos de cada país. Esto en medio de una todavía preocupante tasa de desempleo y aumento de los niveles de pobreza.
Como menciono hace unos días la periodista Isabella Cota de El País de España, la inflación nos ha pegado muy fuerte a todos «como un impuesto adicional que no necesitó de aprobación legislativa». Nada más cierto. El repunte de la economía mundial, combinado con los confinamientos intermitentes y las interrupciones y retrasos en la cadena de suministros en los momentos más críticos de la pandemia han generado esta tendencia. La recuperación de las economías avanzadas disparó los precios del petróleo, y por consecuencia los combustibles derivados.
Pero otros factores como incertidumbre política, problemas por cambios climáticos y aumento del consumo como respuesta a las ayudas sociales implementadas por cada país, han sido factores contribuyentes importantes. Una mayor cantidad de dinero circulante genera mayor demanda por bienes y servicios, y una consecuente caída en el valor del dinero, que finalmente provoca un aumento en la inflación.
En Perú, por ejemplo, las primeras políticas del recién electo presidente, Pedro Castillo, han generado cierres de negocios y una fuga de capital importante y aumento de la prima del dólar. Artículos básicos como el aceite de mesa han subido un 100% de su precio. En Brasil, el servicio de electricidad se ha disparado. En México, el gas licuado ha subido tanto que el Gobierno se vio obligado a crear una distribuidora para controlar los precios. Argentina alcanza una estimación de inflación anual del 51%, y Chile, Colombia y los demás países del área luchan por combatir la elevada inflación con diferentes mecanismos de subsidio del Estado.
La buena noticia es que algunos expertos coinciden en que los precios deberían comenzar a estabilizarse y las tasas de inflación comenzarían a bajar en lo que resta del 2021.