Las justas olímpicas siempre nos dejan lecciones a través de las historias de los atletas. Nos enseñan sobre disciplina, perseverancia, lucha, unidad, humildad y fortaleza. Pero estas olimpiadas de Tokio nos están dejando uno de los mensajes más importantes, no solo para la vida de un atleta sino para todo el mundo, poner en el ojo público la importancia de la salud mental.
Para todos es conocida la noticia del abandono de la final de gimnasia de Simone Biles, alegando su salida por un problema de salud mental. Más tarde conocíamos la noticia de otra atleta, la tenista Naomi Osaka era eliminada en tercera ronda. Las dos en conferencia de prensa hablaban de la presión que tenían por la competencia. Por su lado Biles mencionó que “la gente debe saber que antes de ser atletas somos personas, tenemos que proteger nuestra mente y cuerpo en vez de solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”.
Osaka por su parte mencionó que “quizás deberíamos darles a los deportistas el derecho de tomarse un descanso mental del escrutinio mediático en alguna ocasión”. Estas declaraciones han abierto el debate sobre la presión y el estrés que genera la competencia en el alto rendimiento en los atletas y empieza a desvanecer la creencia de que hablar de salud mental es sinónimo de debilidad.
Este tema no es nuevo. Otros atletas lo han padecido. Michael Pelps después de su retiro padeció depresión e ideas suicidas. Otro caso fue el de la nadadora Simone Manuel quien tuvo fatiga crónica por sobre entreno y no solo a nivel olímpico, en otro artículo mencioné el tema de la depresión en los deportes, poniendo de ejemplo el del futbolista uruguayo Santiago García quien se suicidó debido a una fuerte depresión.