Algo más que palabras: El incentivo de vivir
Utilicemos este momento de crisis, no para enrejarnos en nuestra soledad, sino más bien como un tiempo para la reflexión. Por otra parte, no es cuestión de encerrarse en los dolores, tampoco en el espíritu de los lamentos, sino en la gracia de poder vivir en la fuerza de los anhelos, aunque nos envuelva el fracaso y nos ciña la desesperación con su amortajado lenguaje. Personalmente, me resisto a que se me impidan abrazar horizontes nuevos, en mí siempre habrá una rendija de ilusión donde amarrar el corazón para poder vivir. Tampoco pasa nada si soltamos alguna lágrima en el esfuerzo. Quizás sea lo mejor que podamos darnos a nosotros mismos.
Desahogarnos ayuda a recobrarse y a rescatarse de nuevo. Lo importante es ganar sosiego, injertar alivio entre semejantes, impedir que la tristeza se adueñe de nuestra mirada y podamos activar abecedarios más gozosos en un mundo crecido en víctimas, desbordado por nuestras propias miserias humanas. No hay que tener miedo a sobreponerse, y hacerlo seriamente por dentro, es una buena opción para vivir más humilde por fuera. Eliminar todo aquello que no es necesario, para el proceder de nuestros días, también nos enriquece de sabiduría que es lo que verdaderamente nos serena.
Mal que nos pese, estamos llamados toda la especie a sentirnos familia, con diversos latidos pero con un solo corazón, donde nadie se sienta esclavo de nadie, sino parte de un todo armónico, que se hace más camino que caminante. Sin duda, tenemos que despojarnos de nuestros egoísmos, tratando de ser humanitarios unos con otros, respetuosos con toda vida, considerados hacia todo pensamiento que, como tal, debe estar libre de cargas para que se enraíce honestamente en una auténtica semilla de acción. Vivir no es solo estar, es ser y también obrar, convivir y dejar respirar.
Ojalá que cuando hagamos ese recuento de lo vivido, ahora puede ser un instante fructífero para forjarlo, descubramos que hacerlo con decencia y en coherencia con lo que solemos predicar, ha sido nuestra brújula cada amanecer. Al fin y al cabo, ¿por qué conformarnos con vegetar siempre de rodillas y no levantar la vista cuando en verdad sentimos el deseo de alzar vuelo? Son, precisamente, estos sueños los que nos dan vida; pues, no le pongamos cadenas a la aurora. Permítannos poner en práctica la cátedra viviente.
A veces andamos tan ocupados en mil preocupaciones que se nos olvida estar presente en lo que en realidad vale la pena, disfrutar de la convivencia dándonos vida.]]>