Un futuro truncado
Con Julio César de la Rosa me une una amistad de muchos años. Juntos hemos librado muchas batallas: él desde su labor encomiable, valiente y sistemática contra la corrupción administrativa y en favor de la transparencia y responsabilidad en el ejercicio del poder, y yo como periodista.
Cuando supe que su hijo Julio César Junior había desaparecido, me inquieté e inmediatamente le escribí. Entendí perfectamente la razón por la que en ese momento no respondió mi mensaje. Horas más tarde, leí en un medio de la capital que su hijo primogénito había aparecido, pero muerto.
Un dolor profundo encogió mi corazón, porque pensé en la reacción de su padre, su madre y demás familiares. Este joven, con un futuro brillante, en salud, amigable y sobre todo muy cercano a Julio César, murió en apenas segundos, luego de ser embestido por un vehículo que al parecer corría a gran velocidad. Es difícil hallar consuelo en experiencias tan sombrías.
Al margen del castigo para la persona responsable de esta tragedia, la pérdida es irreversible. Las cicatrices emocionales y el vacío por la ausencia de un hijo, son imborrables. Es un dolor que desgasta el alma y resquebraja el espíritu. Julio César y toda su familia se encuentran ante una prueba personal inmensamente dolorosa.
La muerte de Julio César Junior no sólo es una pérdida para su familia, sino también para toda la sociedad dominicana. Este trágico evento nos recuerda una vez más la fragilidad de la vida y la importancia de la prudencia en cada acción. Nos queda ofrecer nuestras más sinceras condolencias y acompañar en el duelo a una familia que no merecía semejante tragedia. Que la memoria de Julio César Junior perdure por siempre en el corazón de quienes lo amaron y compartieron sus días.